Las discusiones sobre la reforma al sistema de pensiones tienen, por cierto, una arista de género. Tal como el informe GET (Género, Educación y Trabajo) de ComunidadMujer demuestra, las brechas o inequidades se agudizan a lo largo de la vida. En la niñez, mientras a los hombres les regalan juguetes para construir y explorar, a ellas les regalan espejos y muñecas, sembrando las bases para que muchas sientan que las carreras mejor remuneradas -como las ingenierías- son "poco femeninas". Estas diferencias se profundizan después en la trayectoria laboral: disparidad salarial; escasa presencia de mujeres en cargos de mayor responsabilidad y remuneración; poca o nula flexibilidad horaria que dificulta conciliar familia y trabajo, y mayor carga de labor doméstica y parental. Todos estos factores van quitándoles alas y sueldo a las mujeres, lo que se hace dramático en la vejez.
Como han ganado menos, tienen menos ahorro. Como se han salido por ciertos períodos del empleo remunerado, tienen más "lagunas" previsionales. Y todo esto, aunque parezca una paradoja, empeorado por una edad de jubilación menor que la de los hombres, y con una proyección de vida más alta. La tormenta perfecta. ¿Cómo salir de ella?
Una medida clave -anunciada por la Presidenta Bachelet- es la unificación de las tablas de mortalidad entre hombres y mujeres, requisito fundamental para que las mujeres no sean castigadas ¡por tener mejor salud! Asimismo, es importante modificar un asunto polémico pero esencial: la edad de jubilación. Los 60 años claramente dejaron de ser viables, dadas las actuales características demográficas. Pero para que sea justo, esto debiera estar acompañado por algunas medidas compensatorias que corrijan las inequidades laborales descritas antes.
Tan importante como lo anterior es evitar las perjudiciales lagunas previsionales, mucho más comunes en las mujeres. En Chile solo el 48 por ciento de las chilenas participa en el mercado laboral, versus el 60% de promedio de los países desarrollados de la OCDE. Si llegáramos a esa cifra, el economista Joseph Ramos calculó que el PIB per cápita podría ser un 6% mayor. Y más mujeres estarían cotizando en el sistema de pensiones.
Otro punto relevante para combatir las lagunas es evitar que las mujeres salgan del mundo del trabajo para cuidar a los más necesitados de la familia (niños o ancianos), lo que es una actividad indispensable. Pero lo lógico es que el sistema cambie, y no que sea la mujer la que tenga que abandonar su quehacer. Dentro de la familia hay que fomentar la corresponsabilidad entre hombre y mujer, para que el cuidado no sea solo "su" preocupación o responsabilidad, además de un sistema social que haga su parte (salas cuna, jardines infantiles, apoyo de adultos mayores). En el trabajo ayudaría enormemente trabajar por metas, flexibilizar los horarios, potenciar a las mujeres dentro de la organización, para que sus salarios sean mayores y accedan a la toma de decisiones, lo que influiría en transformar el sistema desde adentro.
Planteamientos de este tipo despiertan consensos bastante amplios y transversales. Lo raro es que no haya liderazgos que los traduzcan en medidas concretas y eficaces.