"La Bohème" refleja conmovedoramente la realidad cotidiana de un grupo de jóvenes artistas, que bien podrían ser personajes reales, con sueños y aspiraciones universales hasta hoy. Esta vigencia teatral y la belleza de sus melodías la han mantenido como una de las más queridas a 120 años de su estreno.
La tradicional escenografía y vestuario de esta "Bohème" son las que en 1982 creó para el Teatro Municipal el insigne régisseur ruso-italiano Nicola Benois, y que han sido desde entonces el marco para grandes voces, como, por ejemplo, Aragall y Scotto en 1986. Presentada varias veces en Chile desde su estreno -la anterior en 2008-, no se ha marchitado a pesar de los 34 años transcurridos, al menos en la dimensión de un pasado actualmente irrepetible. Es una pieza de museo, sí, pero estas son, por definición, aquello que merece preservarse. El trabajo de reposición escenográfica es correcto, aunque parecen haberse ido perdiendo algunos detalles. La iluminación (Ricardo Castro) brinda buen apoyo. La dirección de escena (Patrizia Frini), fuertemente teatral, busca la intimidad de los personajes y los gestos que expresan sus emociones, sustentándose bien en la notable entrega escénica de un sexteto protagónico de sólidos actores.
En la dirección orquestal del chileno José Luis Domínguez, antes director residente y actualmente radicado en Estados Unidos, se percibe una preocupación por apoyar a los cantantes. Los tempi son en general pausados, con un justo y acertado uso de los rubatos , que ahonda el sentido dramático. El Coro del Teatro Municipal, complementado por el Coro de Niños Crecer Cantando -preparado por Cecilia Barrientos-, se mostró eficaz.
Excepcional la dupla femenina. La soprano japonesa Eri Nakamura fue una encantadora Mimì, con control absoluto de la tesitura y una línea de canto muy rica en expresividad. Excelente despliegue teatral de Catalina Bertucci como Musetta. Muy segura en lo vocal y en lo actoral, incorpora variados detalles para dibujar su personalidad mimada y coqueta en el segundo cuadro (Puccini y sus libretistas no usan el término "acto"), generosa y comprometida en el cuarto. Rodolfo, encarnado por el gran tenor venezolano Aquiles Machado, entrega una interpretación con dominio absoluto del rol. En lo vocal tuvo grandes logros, especialmente en el dúo del tercer cuadro Ah, Mimì, mia bella Mimì! El barítono italiano Vittorio Prato (Marcello) cumple en lo vocal, mientras en lo actoral mueve a gran empatía, imprimiendo credibilidad a la acción. Correcto Oleg Budaratsky, bajo ruso de voz profunda, aplaudido en el "aria del abrigo". Positiva sorpresa causó el joven barítono Andrey Zhilikhovsky como Schaunard, rol que no permite mayor lucimiento. Todo sugiere un importante potencial. Como siempre, irreprochables los roles comprimarios -Cristián Lorca (Benoit y Alcindoro), Claudio Fernández (Parpignol), Felipe Ulloa (Aduanero) y Francisco Salgado (Sargento)-.
Dado el éxito en taquilla, el Teatro Municipal debió programar funciones adicionales. Totalmente recomendable esta "Bohème", especialmente para los que no han tenido oportunidad de ver una producción con sabor histórico.