Ricardo Lagos ha mostrado una vez más su inteligencia. La encuesta CEP lo había dejado mal parado y muchos pedían que desistiera de sus aspiraciones presidenciales. Con todo, no era muy presentable ni calzaba con su autoestima la idea de que Lagos tuviera que bajar del pedestal por una simple encuesta. ¿Qué hizo? Lanzarse a la carrera presidencial en un momento inesperado: "Yo no me restaré a ese desafío", escribió con tono de Winston Churchill o Willy Brandt. De paso, sin embargo, puso algunas condiciones que le permitirán bajarse como y cuando él quiera en caso de que las circunstancias resulten adversas. Él no está para que lo pauteen. Además, le saca ventaja a su posible contendor, que aún no anuncia nada. Algo parecido al primer y sorpresivo gol de Paraguay contra Chile. ¡Y después dicen que está viejo!
El hecho de que Lagos tenga de nuevo la sartén por el mango deja al resto de la centroizquierda en una situación muy incómoda, partiendo por la Democracia Cristiana, que por los caprichos del destino es siempre la que termina perdiendo en todos los partidos y pichangas de la política chilena en lo que va del siglo XXI. ¿Qué va a hacer la DC? ¿Levantar un candidato que ni siquiera concitará la adhesión de sus propias filas? ¿Sumarse ahora a la candidatura de Lagos? ¿Esperar la posibilidad de que Lagos, en definitiva, considere que no se han reunido "con decisión muchas voluntades" a favor suyo (frase enigmática que podrá interpretar como le plazca) y alzar una candidatura propia cuando ya sea demasiado tarde?
En todos los escenarios, la DC estará mal, muy mal.
La situación no es mucho mejor para Isabel Allende, Alejandro Guillier o José Miguel Insulza, porque todos, a su manera, han dado a entender que sus candidaturas están supeditadas a la decisión de Lagos, una decisión con cláusula de retracto que los deja paralizados. No falta mucho para las elecciones presidenciales de noviembre de 2017, pero la declaración de Lagos los deja inmovilizados. El ex Presidente dijo: "un, dos, tres. ¡Momia es!", y en la centroizquierda no se moverá una hoja mientras él no lo mande.
Las palabras de Ricardo Lagos también son terribles para Bachelet. Cada día tomará más cara de "ex", y su única esperanza será que, como ya no ocupará el centro de la política nacional, quizá logre inspirar la compasión ciudadana y consiga un repunte importante en las encuestas.
Dicho con otras palabras: hasta el viernes Lagos era un perdedor; ahora podemos estar seguros de que hoy serán muchos los candidatos a alcalde o concejal que querrán tener una fotografía con él para sus campañas. Todo por una declaración de 400 palabras entregada a dos días del 4 de septiembre, una fecha que para la izquierda tiene connotaciones mágicas.
¿Y Sebastián Piñera? Es obvio que le ganaron el quién vive. En el mundo empresarial puede ser una magnífica estrategia la de tirar el elástico al máximo y esperar hasta el último segundo para hacer la oferta definitiva. Pero esta no es la economía, sino la política; no es el mundo del
"chronos" (del tiempo lineal, aquel que marcan los relojes), sino del
"kairós"; es decir, del tiempo entendido como oportunidad, donde lo relevante es la capacidad de realizar la jugada adecuada en el instante preciso.
Ahora Piñera tendrá que conformarse con un comportamiento reactivo: una posibilidad sería hacer como si la candidatura de Lagos no le importara, y esperar hasta marzo, lo que resulta muy riesgoso y puede parecer poco creíble. La otra alternativa sería aceptar esta pequeña derrota y lanzarse de inmediato a emparejar el marcador, aprovechando la ventaja que le dan las encuestas.
Dirán lo que quieran, y en el futuro podrán pasar muchas cosas (incluida, por supuesto, la altísima probabilidad de que Lagos nunca vuelva a La Moneda, como no sea de visita), pero el viernes pasado quedó clara una cosa: nos guste o no, por ahora Ricardo sigue siendo el Rey.