Hay quienes piensan erróneamente que, en cocina, lo pequeño es más fino que lo grande. Nos dieron una vez un plato chileno compuesto de cubos y trozos de diversas cosas: los cubos eran cubitos y, los trozos, trozadísimos... Desastre: plato arruinado por el prurito de "refinarlo" todo empequeñeciéndolo. Si lo que disminuye de tamaño es la porción (aunque no el precio), surge la duda: ¿es afán de finura o, simplemente, cicatería?
La cocina de NoSo muestra evidentes signos de refinamiento y revela que, allá adentro, hay alguien que sabe. Pero ¡las porciones! ¡Y al almuerzo, el cual debe sostener al cristiano durante el otro medio día de trabajo que le queda por delante! No exageraríamos demasiado diciendo que, entre el bocadito "atención del chef" y la entrada, no hubo una diferencia verdaderamente sustancial en el porcionamiento.
Pero, antes de entrar a la parte buena (o mejor), terminemos, sin muchas ganas, con lo que hay que decir: el servicio es evidentemente muy, muy mejorable. Que la mantequillera (con poca mantequilla) llegue chorreada por fuera, no está bien... Ni tampoco que un plato que se compone de dos versiones de una sopa, venga en dos platos diferentes, con cucharas, con todo, para dos. ¿Entendieron mal la orden? Y tampoco que llegue una entrada primero, y la otra se atrase cinco o más minutos. Ni tampoco que el personal, en general, desaparezca de repente y no haya a quién recurrir para preguntar qué pasa con el pedido que no aparece.
Bueno. Ya está dicho. Tomen nota, por favor. Ahora, a la parte mejor. Las dos sopas de cebolla ($6.500), una clásica y la otra estilo "W", estuvieron, digamos, bien: mejor la clásica, gratinada, aunque con demasiado queso (huyan de la pésima costumbre chilena del exceso de queso derretido). La "W", con crema, no estuvo tan bien. Y, ambas, con poco sabor a cebolla, por el uso de un caldo de carne demasiado sabroso.
La Salade de la mer ($12.500) estuvo compuesta de muestras minúsculas de salmón ahumado, de salmón crudo (bien), de
rémoulade d'araignée de mer, léase centolla (muy bien), y de tártaro de salmón (también bien), con una minucia de puré de palta. Todo bien, no demasiado bien, pero sí demasiado chico.
El Magret de canard ($10.200) estuvo bien en calidad de la carne y cantidad; pero los aromas prometidos (miel de naranjas,
pain d'épice...) fueron tan, tan sutiles, que podrían no haber estado. ¿O estaban? La
râble de conejo, seca; la pata, bien. Fue el plato mejor logrado, con sus berenjenas y ñoquis en salsa de queso ($13.400). Postres: una pavlova de frutillas ($5.500) encorsetada en merengue durón (lo opuesto a una pavlova), y tres variaciones de la manzana (
découverte de la pomme, $5.500), aceptable por lo imaginativo.
Resumen: se ve buena mano. Falta la mano generosa. Agilicen el servicio.
NoSo, Hotel W. Isidora Goyenechea 3000, Las Condes. 2 2770 0000.