Ya sabemos cómo son estas películas de terror sobre campamentos de verano: campistas y cuidadores afiebrados, muerte segura y de a uno para todos, lago o río en las inmediaciones, etc. La gracia aquí es que los realizadores mantuvieron ese espíritu solo en el título, y se lanzaron a una historia de casona abandonada sin mucho verano (ni campistas, ni lago o río) mezclada con las historias de irrupción de "virus" "zombi". El resultado es una película desconcertantemente boba, sobreactuada y sin mucho mérito visible, salvo su compromiso con la incompetencia. Los "personajes" hacen tiempo hasta que una misteriosa espora los transforma uno a uno en frenéticos caníbales que escupen pintura negra, y que afecta además al camarógrafo que en cada "ataque" siente la necesidad de sacudir la cámara hasta el límite de la tolerancia. Y como son pocos personajes, el contagio va y viene para que se turnen víctimas y victimarios. Si esto es para donde va el género, que alguien deje a los muertos descansar en paz. "Summer camp". España, EE.UU., 2015. 81 minutos, mayores de 14.