Alguna vez escuché a mi abuelo contar que, siendo él ministro del Interior de Pedro Aguirre Cerda, un periódico de la época había tomado una posición que al Gobierno le parecía inaceptable.
Advertido el diario de que debía cesar su campaña y al negarse a hacerlo, al día siguiente recibió la visita de todos los fiscalizadores, desde los inspectores del trabajo hasta los tributarios, pasando por los de salud, los municipales, etc... Ahí entendí por qué había que limitar el poder del Estado.
SQM, cual periódico de la época, está sufriendo un acoso feroz del Estado frente a la pasividad pasmosa de la sociedad civil, de la prensa y de los gremios.
La medida de un Estado de Derecho y del funcionamiento de las instituciones democráticas no está dada por la forma en que trata al más noble y virtuoso de sus miembros, sino que al menos. Cualquiera que sea la opinión que cada uno tenga del controlador de SQM, deberá convenir conmigo que no es la empresa la responsable del prestigio del controlador y menos el 87% de los accionistas minoritarios, incluyendo AFP, inversionistas extranjeros y personas naturales que conforman su caudal accionario.
Recordemos esta guerra de atrición: el año 2013 se inicia el ataque estatal, con el denominado "caso Cascadas", imputándole al controlador de SQM la participación en un ilícito ininteligible denominado "esquema", que según la SVS perjudicaba a las sociedades cascadas (Norte, Oro y Pampa) y beneficiaba a su controlador. Después atacó el SII, que no entendió el "esquema", porque confundió a las víctimas (las cascadas) con las victimarias, y les giró impuestos millonarios por sus utilidades contradiciendo a la SVS, que sostenía que las cascadas habían perdido y no ganado con el "esquema". En seguida la SBIF, contra todo sentido común, sanciona al banco que auxilia las cascadas, salvando una situación financiera delicada que podía tener un efecto dominó devastador.
Pero eso es solo el principio. Después vino el tema de las contribuciones electorales. La gerencia de SQM se olvidó del aquel consejo de Churchill de que no se debe alimentar cocodrilos en la esperanza que no le coman la mano, y se le ocurrió dar plata a moros y cristianos.
Con esto comenzó el ataque de la fiscalía, imputando un delito tributario inaplicable a estas contribuciones y haciendo desfilar a los gerentes por la justicia criminal, seguida de la SVS que, a punta de multas, la forzó a cambiar el directorio y la gerencia. En seguida Corfo, aprovechándose del pánico, demandó la terminación anticipada de contratos comerciales, de larga data, pero que hoy ya no le gustaban. Y cuando le mostraron bandera blanca se olvidó del mejor interés fiscal, dañando a los miles de accionistas de SQM y vulnerando el derecho de propiedad, negándose a terminar los juicios, porque a su mandamás -que pareciera confundir sus predilecciones personales con las obligaciones asociadas a un cargo público- no le gusta el controlador de SQM.
SQM, como se la mire, es una historia de éxito. Es una empresa de clase mundial de la cual debiéramos estar orgullosos. En 30 años pasó de ser una empresa estatal que perdía plata, a una privada que ganaba; de emplear a cientos de trabajadores, a emplear a miles; de exportar un par de productos a pocos países, a exportar múltiples al mundo. No tenemos muchas empresas como SQM que están a la vanguardia mundial de su industria, que vendan más de 2 mil millones de dólares y ganen más de 200. Debiéramos ayudar a protegerla, en vez de tomar palco mientras la destruyen. Pero a nadie parece importarle. Con ese cinismo tan nuestro, parece que todos prefieren estar equivocados con el poderoso, que tener razón con el débil.
Mi abuelo, que por esas ironías de nuestra historia terminó sufriendo el
bullying estatal cuando le expropiaron su fundo, arrebatándole parte de su vida, me dijo que los industriales no habían hecho nada por defender a los agricultores de la reforma agraria, porque pensaban que de alguna manera se la merecían y que a ellos no les llegaría. No pude sino acordarme del sermón del pastor antinazi Niemoller: "Vinieron por ellos y no me importó. Ahora vienen por mí".