Poco a poco, la alfabetización emocional se ha ido posicionando como un tema central en la educación. Cada día hay más conciencia de lo decisivas que son las acciones educativas en la formación de la personalidad y en la construcción del cerebro del niño. La enorme plasticidad cerebral lo hace especialmente sensible a la estimulación proveniente del medio. Existe consenso en que escuchar y leer sobre emociones, así como hablar y escribir sobre ellas contribuye significativamente a un mejor desarrollo emocional y cognitivo. Se dice que un niño necesitaría escuchar mil cuentos antes de los seis años, los cuales no requieren ser distintos, porque hay algo muy mágico en escuchar o releer varias veces la misma historia. Al releer se produce una apropiación con profundidad de los mensajes y la relectura va transformando esas historias en los cuentos preferidos de los niños.
El libro "Las penas que abrigan", de Marion Acuña Reyes, constituye una puerta de entrada al mundo emocional de los niños. Su muy particular diseño tiene una estética especial que ayuda a los niños a conectarse con sus penas. Aunque los más pequeños a veces pueden no comprender completamente el lenguaje, el libro cumple con el objetivo de conectar y validar las penas y sus expresiones. Un niño pequeño, al que le conté el cuento mirando las ilustraciones, me dijo: "Este libro me enseñó que está bien llorar y tener pena". Sin duda, un importante aprendizaje. Otro niño, un poco mayor, después de leerlo escribió un cuento sobre una pena grande que tenía por el rechazo de sus compañeros hacia su hermano, quien presenta un trastorno del desarrollo, y así se generó un espacio en que pudo descomprimirse y conversar sobre el tema.
Los libros son poderosos mediadores en las emociones y una invitación a entrar en otros mundos, a empatizar con las emociones de los otros, constituyendo una especie de reserva emocional de la humanidad. De allí su gran valor psicoeducativo.
La metáfora de que las penas son como las madejas de lana incluida en el libro, conecta a los niños con la búsqueda de protección cuando están tristes. Esto hace que sea necesario desenredarlas, para tener la valentía de conocerse a sí mismos.