Haga un ejercicio. Dibuje a una persona bajo la lluvia. Es un test que se hace en selección de personal. Usted puede ser aceptado o rechazado en un trabajo dependiendo de cómo dibuje el paraguas y su actitud frente a esta inclemencia climática. Haga un segundo ejercicio. Elimine todos los libros de su biblioteca mental, me refiero a ese largo continuo de lecturas personales que ha realizado desde su infancia hasta ahora. ¿Sería la misma persona?
La obra "Conferencia sobre la lluvia" -en cartelera hasta el 9 de julio en Teatro UC- es un monólogo de un bibliotecario que se enfrenta a la siguiente inclemencia: pierde los papeles de la conferencia que va a dictar, entonces improvisa. Improvisa frente a un público que también somos los espectadores del teatro. Cuando improvisamos nos sentimos vulnerables, extraviados, torpes; quedamos a la intemperie. La charla inicial era sobre la relación entre la lluvia y la poesía amorosa pero en el vértigo pierde el hilo y desvaría. Habla de sí mismo y también de sus bibliotecas personales y cómo esas lecturas han contribuido a formar su experiencia amorosa y vital. Una biblioteca es una colección de amores, repudios, sospechas, sentidos, añoranzas no solo por el contenido de los volúmenes sino también por el modo en que han sido leídos. El bibliotecario entonces recuerda: "Mallarmé ya resolvió el asunto: El mundo existe para convertirse en libro. Todo lo que nos rodea ya es un libro, y la biblioteca es su resumen". Sin duda, también somos lo que hemos leído.
Alejandro Goic interpreta al bibliotecario creando un personaje entrañable, un hombre de figura esmirriada, lentes "poto de botella", entrada calvicie y un chaleco de abuelito. En este ser débil, casi "nerd", hay tanta sabiduría y ternura formidable, por ejemplo, cuando dice de sí mismo: "Siempre he querido ser gordo. Se trata de un anhelo frívolo, lo sé, pero admiro a los hombres que administran sus carnes con satisfacción y adquieren una contundencia que no admite discrepancias. Un gordo culto convence más fácilmente que uno enjuto. La gordura parece una asimilación del saber; en cambio, los flacos absorbemos cosas sin evidencia. En un hombre público, la gordura produce un respeto que se perfecciona con una calva".
También hay chispeantes analogías entre el amor y los libros que se catan con placer, por ejemplo frente a la persona amada "...me eligió como se elige un libro en una biblioteca. Ignoro si me escogió por el título, el lomo, la portada, la tipografía o por mi ubicación entre otros libros. No sé qué clase de texto fui para ella". Las personas se diseccionan desde el arte de los libros, hay personificaciones: "La vi pasar las páginas, páginas tan antiguas que parecían pellejos. ¿Puede un ángel desollar un cuerpo?, me pregunté. Me había enamorado de ella". Y sigue ese juego de analogías cuando identifica a distintas mujeres en claves librescas "...me pareció una señal, aunque todo me hubiera parecido una señal. El amor es un intérprete obsesivo". Y agrega, "No formar parte del resto de su vida me hacía sentir que poseía un libro indescifrable. No me bastaba su cuidada encuadernación en piel, su tipografía atractiva, sus ilustraciones en miniatura. ¡Quería leer a Laura!".
El texto dramático es de Juan Villoro, más conocido como narrador y cronista, y quien escribió un memorable texto a partir de su experiencia en el terremoto del 27 de febrero del 2010, "8,8: el miedo en el espejo", ahora nos sorprende con esta pieza con delicadas reflexiones sobre el oficio de la escritura y de la vida: "La literatura es un lugar en el que llueve. He dedicado buena parte de mi vida a coleccionar chubascos literarios. No soy un profesor ni una eminencia, pero vivo entre libros y me gusta compartir hallazgos. Me he quemado las pestañas buscando citas. La frase es arcaica, lo sé. (...) Apenas me quedan pestañas. Dirán que nunca las tuve. Falso: las ofrendé como ofrendé mi vista. Una biblioteca es un banco de ojos". Una biblioteca es también ese laberinto por donde circulan nuestras emociones y experiencias, así lo suma: "He ordenado una biblioteca a lo largo de mi vida y los libros han desordenado mi vida".
La dirección de Álvaro Viguera es precisa, y se ve en su trayectoria que sabe tratar las obras con textos poderosos. Hay un excelente montaje del monólogo teatral creando las condiciones aptas para sentirnos en la intimidad del personaje que susurra esta semi conferencia, esta semi confesión frente a un escritorio. Es un texto delicado, sin aspavientos, que pone en relevancia el lector que todos somos, ese que transita entre dos realidades, entre la realidad de las páginas y el afuera, un espacio que siempre nos arroja a una intemperie y a una confusa frontera.
Una obra minimalista, perfecta para ver en este frío invierno, para repensar nuestra propia digresión bajo la lluvia más allá del fenómeno meteorológico. En ese sentido se cita a Cortázar: "No elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos cuando salís de un concierto". Al ver a Laura sentí eso. No elegí: amé. Llovió encima de mí". Haga el ejercicio de salir bajo una tormenta con todos sus libros leídos a cuesta, a modo de paraguas, para sobrellevar el ciclo evaporación-condensación-precipitación y todas las inclemencias de la vida. A mala lluvia, un buen paraguas.
Mención aparte merece Álvaro Viguera que ha desplegado una carrera meteórica como director de montajes exitosos como "Pérez", "La Grabación", "Cock", "Sunset Limited", "Happy End". Y ahora, también en cartelera en Mori Bellavista, "Pulmones", de Duncan Macmillan. Es asombrosa su capacidad de trabajo y la apertura para explorar disímiles estéticas y proyectos. Observando todo esta producción, pareciera que su impronta más eficaz está en los textos intimistas que se desarrollan en espacios mínimos y escenografías despojadas donde lo central es el diálogo como acto de habla. Algo así ocurre en "Pulmones" en la que una pareja transita todo el espectáculo sobre un cubo vacío. No hay nada más que sus palabras y cuerpos para desarrollar una trama muy propia de la generación Millenials (hijos de la prosperidad, muy racionales e individualistas, reacios a los compromisos y raíces, cultores del estilo único) que sobre analizan cualquier decisión que sacrifique su cuidada planificación vital. En especial, a lo que en este caso se refiere, se trata de una discusión algo neurótica en torno al dilema de tener un hijo y proyectarse como familia. Las actuaciones de Francisco Ossa y Francisca Lewin son de una entrega total para un texto que tal vez es algo reiterativo y de personajes con pocos relieves.
"La dirección de Álvaro Viguera es precisa, y se ve en su trayectoria que sabe tratar las obras con textos poderosos".