A la hora de almuerzo, Don Carlos estaba colmado de hombres que mascaban con innegable entusiasmo enormes pedazos de carne. No pondremos en duda la calidad de las carnes a la parrilla ahí servidas, ni tampoco el instinto higiénico de aquellos comensales que, junto con grandes cantidades de papas fritas, intercalaban ensaladas por aquí y por allá, equilibrando así aquel festín carnívoro.
Pero hacer una buena carne a la parrilla, si se tiene tradición argentina y si el que lleva la batuta dirige con tino, no es una cumbre de la culinaria. Después de todo, según el famoso adagio, "Asador, se nace; salsero, se hace". Lo que es un don innato hay que celebrarlo, por cierto; pero hay otros dones que se pueden desarrollar.
Por ejemplo, aparte de que nuestro matambrito de chancho (pulidamente denominado "de cerdo"...) resultó adecuado como entrada (apreciable cantidad de carne chanchulina bien asada y cubierta con cebollitas de verdeo rehogadas; $4.500), la otra entrada que probamos, unas berenjenas a la parrilla cubiertas con abundante queso parmesano y unos trozos de pimiento rojo ($4.000), reveló algo que nos pareció evidente: el maestro parrillero tiene talentos reprimidos que pugnan por expresarse: esas berenjenas estaban magníficas, pero las preparaciones de su género, o sea, hortalizas y verduras, no abundan en la carta. ¿Por qué no darles más oportunidades?
Nos confirmaron en esta impresión las chuletas de cordero (400 gr de este animal; asadas al punto pedido; $9.900), acompañadas de unas espinacas a la crema, que si bien son un contorno algo banal, estaban muy buenas... Y El ojo de bife de lomo vetado (habrán querido decir "veteado", porque, hasta donde sabemos, no hay veto alguno que pese sobre esta presa de la vaca), aunque estaba bien hecho, venía acompañado, como pedimos, por unos excelentes champiñones salteados en aceite de oliva, tan buenos como hacía tiempo que no probábamos ($12.500; y 300 gr de animal, para quienes se interesan en la cantidad).
Y terminamos de convencernos de que aquí hay talento culinario para mucho más que meramente asar carnes cuando nos llegaron los postres. El primero, un perfectísimo flan Don Carlos ($3.000), realmente muy, muy bien logrado. Y el segundo fue, de una lista harto adocenada de postres, uno que suele ser aburrido, el acaramelado de manzana ($3.500), pero que aquí fue una obra de arte: panqueque crujientito, con su manzana bien incorporada, y helado. Los demás postres, sin imaginación, nos parecieron puestos por si alguna señorita, de ésas que comen postres, quiere irse sin "gusto a peón", como dicen en Mendoza, en la boca (hasta había ¡papayas con crema!...).
Resumen: lo mejor fue lo que precedía, acompañaba o sucedía a las carnes: allí sí había culinaria. Y buena. O sea, ¡a cultivar ese talento, que está en barbecho! Subiría notablemente el tono de este restorán (atención con los atiborramientos de público...).
Isidora Goyenechea 2895, Las Condes. 2 2232 7144.