Si bien debemos alegrarnos con los avances obtenidos en el acceso masivo y democrático a la educación en todos sus niveles, no deja de ser preocupante que los estudiantes, a juicio de muchos profesores universitarios, lleguen cada día con menos preparación a los primeros años de universidad.
Se ha constatado que los alumnos presentan dificultades significativas para la comunicación, tanto oral como escrita, con vacíos culturales que se expresan en un pensamiento concreto, moviéndose en círculos de ideas muy reducidos. Existe una falta de motivación por la lectura y de interés por nuevos conocimientos, que resulta abismante y muchas veces frustrante.
Paradojalmente, hoy se escriben y publican más libros que nunca antes en la historia. Sin embargo, a pesar de ello, se lee cada día menos. Las librerías cierran por falta de lectores y, obviamente, quien lee poco tendrá a su disposición un lenguaje reducido para expresar sus ideas. Un niño o adolescente, con pocos recursos de lenguaje hablado, tendrá poca fluidez para escribir y para comunicarse con los demás. Su conversación va a carecer de variedad temática, de sutilezas para analizar la realidad y de espíritu crítico y constructivo.
La televisión nos aturde a los adultos y a los niños con una propuesta cada día más empobrecida. Raramente se tiene la posibilidad de asistir a un debate televisivo de buen nivel, en que haya una discusión sobre ideas. Las noticias son de una pobreza lamentable, con una repetición reiterada de los goles de los partidos de futbol, mezcladas con accidentes y algún chisme del mundo deportivo o de la farándula.
Las familias conversan poco y cuando lo hacen, casi siempre es sobre hechos banales y muy pocas veces sobre ideas o emociones.
Los niños y los adolescentes van poco al cine y cuando llegan a ir, las películas que escogen raramente podrían considerarse un aporte a su acervo cultural. Ir al cine en grupo y conversar sobre lo visto favorece la integración en el mundo de la cultura juvenil. La familia y los colegios requieren hacer un esfuerzo por planificar actividades que vayan insertando a los niños en el mundo de la cultura. Algunas ideas para lograrlo son llevarlos a visitar diferentes museos, incentivarlos para ver una obra de teatro, regalarles un buen libro o invitarlos a ver una buena película.