Nadie puede dudar del enorme potencial de aprendizaje que son las nuevas tecnologías y lo que pueden facilitar las comunicaciones. Ciertamente, es necesario que los estudiantes aprendan a operar con ellas. Cuando son bien utilizadas, pueden ayudar a los niños a monitorear sus aprendizajes y ser una herramienta muy poderosa para obtener conocimientos. Es necesario que los niños vayan adquiriendo una cultura en relación a los medios, donde se hagan responsables de su proceso de aprendizaje, y que no conciban la red exclusivamente como un espacio de entretenimiento.
Uno de los efectos más nocivos del uso excesivo de las redes sociales no es necesariamente lo que hacen niños y adolescentes; quizás lo más crítico es lo que dejan de hacer por estar hiperconectados en forma compulsiva.
Las redes consumen mucho tiempo de niños y adolescentes. Existe evidencia de que las personas, en las diferentes etapas del ciclo vital, están leyendo menos, conversando menos e interactuando menos.
Un efecto no menor de lo que leen en Wp y Facebook es que suele estar muy mal escrito, sin respeto por las mínimas reglas gramaticales, con una pésima ortografía y lleno de abreviaturas inventadas para la ocasión. Es un lenguaje telegráfico, a veces plagado de garabatos, que resulta muy empobrecedor para las relaciones interpersonales.
La adicción a las redes priva a los niños de participar en muchos juegos y actividades, especialmente aquellas que se realizan en común. Una abuela relataba con preocupación: "Yo trato de invitar a los primos para que jueguen juntos, pero a pesar de que se quieren mucho, la primera petición que hacen al llegar a mi casa es: ¿Puedo usar el IPad o tu computador?".
Disminuir los tiempos dedicados a las pantallas pasa porque los niños tengan algún otro tipo de juegos en la casa, como taca taca, lego, rompecabezas o juegos de mesa. También es una opción salir a la plaza, a jugar al fútbol o a patinar. Esto requiere acordar reglas explícitas, con horarios acotados, y no usar los aparatos durante las horas de comida. La responsabilidad de los adultos es orientar a los niños a reflexionar de cómo están utilizando la tecnología, evaluando cuánto tiempo le están dedicando, así como fomentar el pensamiento crítico.