La cocina italiana, simple la mayor parte de las veces (los franceses, más que simple, suelen considerarla ruda), requiere de refinamiento y cuidado. Un plato de spaghetti o es perfecto o es una ruina: basta con que la cocción dure 30 segundos más de lo necesario para que se venga abajo estrepitosamente.
Pues bien, en Brunapoli hemos tenido una experiencia alentadora, por algunas novedades en la línea de pizzas (están a cargo de un maestro napolitano), y desalentadora, en la línea del refinamiento. Veamos.
"Uno que ha sido marino" y ha comido unos soberbios spaghetti alle vongole cerca de Santa María Maggiore en Roma, experimenta un shock cuando le traen aquí un plato que parecía comida de clínica: las vongole eran tan minúsculas que no pudieron aprovecharse, y la pasta estaba infinitamente sosa. Pedimos que le agregaran ajo (es un ingrediente común en este plato), y algo mejoró. Terminamos de transformarlo en la mesa agregándole varias cucharadas del caldo de nuestra zuppa di cozze y aceite de oliva (lo había de excelente calidad en la mesa), con lo que terminó siendo algo muy rico, pero no spaghetti alle vongole. La zuppa fue, en cambio, buenísima: buena variedad de mariscos, aparte de los choritos (un poco chicos; usen choritos maltones y les irá mejor), rico caldo con tomate, bien sazonado. Excelente plato ($9.100 los spaghetti; $10.900 la zuppa). Como se ve, "de dulce y de agraz"...
Sigamos. De entrada comimos un glorioso polpo e patate ($7.700): pulpo blandísimo al horno, estupendamente sazonado, con papas entre salteadas y fritas, cortadas en cubitos, y un poco de ensalada verde al lado. Gran plato, gran. El risotto burrata e tartufo ($13.900; un poco caro para lo que fue el plato) no nos pareció, en cambio, igualmente bien logrado: los risotti, contra la opinión chilena, no son buenos con crema (en Italia hay un par de excepciones), y aquí la burrata hacía las veces de tal. El aceite de trufa fue abundante y perfumó adecuadamente el plato; pero la concepción misma de este nos dejó pensativos: la cremosidad debe proveerla el arroz mismo, no el lácteo añadido.
La pizza fritta ($10.900) fue, esa sí, un éxito: es un calzone que se fríe en vez de hornearse. Con relleno de queso, jamón y un par de otras cosas, llegó enorme, inflada, como la idea platónica de la empanada de queso chilensis. Muy disfrutable. No lo fue, en cambio, el sánguche Matteo ("panuozzo Matteo"; versión chica $5.500): la salsa rosa (salsa blanca teñida con tomate) no le viene bien a un sánguche, y el pan de este estaba excesivamente tostado en algunas partes.
Postres: soso tiramisú sin mascarpone ($4.900), y riquísimos scialatelli fritti ($4.900; pedazos enroscados de masa de pizza fritos, con nutella). Atención ágil. Estacionamiento pagado en subterráneo. Consulte mapa para encontrar el lugar.
Av. José Alcalde Délano 10545 Local 1062.