Con frecuencia se escucha a padres y a profesores quejarse del intenso egocentrismo de niños y adolescentes y a lo mejor resulta necesario reconocer que es bastante corriente. Que sea una actitud usual no quiere decir que no haya que hacer un gran esfuerzo psicoeducativo para disminuirlo y aumentar la percepción de las necesidades de los demás en los niños.
Cuando se percibe lo que le pasa al otro se mitiga la tendencia a mirar el mundo solo desde el punto de vista particular; se aprende a mirar las situaciones desde la perspectiva de los demás. Contemplar el mundo desde una óptica más amplia que la propia los ayudará a transformarse en mejores personas. Una persona que observa la realidad incluyendo la mirada de los otros, seguramente será un aporte para lograr que los espacios en que habita sean lugares más gratos de vivir y más justos. Por supuesto, son además personas más queridas, porque alguien que es marcadamente egocéntrico crea muchos anticuerpos y rechazo en los grupos a los cuales pertenece y se va quedando muy solo.
En su libro "Todo lo que era sólido" el destacado escritor español Antonio Muñoz Molina escribe "la tendencia infantil y adolescente a poner las propias apetencias por encima de todo, sin reparar en las consecuencias que puedan tener para otros, es tan poderosa que hacen falta muchos años de constante educación para corregirla. Lo natural es exigir límites a los demás y no aceptarlos uno mismo. Creerse uno el centro del mundo es tan natural como creer que la Tierra ocupa el centro del universo y que el sol gira alrededor de ella".
Las personas que no trepidan en pasar por encima de las necesidades e intereses de los otros son claramente reconocibles. La crítica no los ayuda necesariamente a cambiar y, por el contrario, muchas veces consolidan estos rasgos de personalidad. Quizás la pedagogía más eficiente sea destacar en el mundo de lo privado o de lo público a aquellas personas que tienen los comportamientos opuestos, es decir, que son generosos, empáticos y abiertos de mente. Lo significativo que resultan sus acciones y cuan valorados son por su entorno, por ejemplo, el padre Alberto Hurtado. En forma sutil puede usarse la técnica que llamo de las antihistorias, es decir, anécdotas que den cuenta de lo desconsiderado y lo patético que puede ser un comportamiento y que permitan, a través del efecto de "antimodelo", que los niños interioricen de forma paulatina cuáles son los efectos de una conducta marcadamente egoísta. A veces el cine y las series de televisión dan pie para hacer comentarios que pongan a la vista los tóxicos y dañinos efectos que tiene el individualismo. No solo para los demás sino sobre todo para uno mismo. ya