Tras la aprobación de la Cámara de Diputados, la discusión sobre la ley de aborto pasa al Senado. Como siempre, esta delicada cuestión será decidida por la Democracia Cristiana, por más que ese partido ya había fijado una clara postura a favor de la vida en los acuerdos del Congreso Nacional Jaime Castillo. Las opiniones entre sus senadores están divididas. Un caso emblemático es el de Ignacio Walker, que ha manifestado su disposición favorable al proyecto, pero está abierto a "ser persuadido".
Cuando se ha debatido mucho y apasionadamente sobre un tema se hace necesario repasar ciertos puntos fundamentales. El primero de ellos es que no nos hallamos ante una materia de fácil solución. Hay situaciones realmente dramáticas, que probablemente son las que han inclinado a un buen grupo de diputados DC a votar a favor de la propuesta del Gobierno, que permite el aborto en tres causales hasta las 12 semanas, y en algún caso por más tiempo.
Un segundo punto que parece ser reconocido por todos los parlamentarios DC y los independientes es que la dignidad humana resulta inviolable. Precisamente allí reside la diferencia entre poseer dignidad y, por ejemplo, tener un precio. Un ser digno no puede ser utilizado como mero instrumento al servicio de otros intereses. Si esta verdad se olvida, aunque solo sea por un momento, se lo está cosificando, se lo está sujetando a cálculos.
Ignacio Walker y otros en su situación tampoco dudan en admitir que un no nacido de tres meses menos un día es una persona humana. Esto significa que es titular de dignidad y que su vida no puede ser utilizada como medio para resolver el problema, aunque sea gravísimo, de otro ser humano. Lo dicho vale aunque el futuro de la humanidad dependa de que se nos permita matar a alguien. En esta misma línea, Iván Karamazov le pregunta a su hermano Aliosha:
-Respóndeme con franqueza. Si los destinos de la humanidad estuviesen en tus manos, y para hacer definitivamente feliz al hombre, para procurarle al fin la paz y la tranquilidad, fuese necesario torturar a un ser, a uno solo, a esa niña que se golpeaba el pecho con el puñito, a fin de fundar sobre sus lágrimas la felicidad futura, ¿te prestarías a ello? Responde sinceramente.
-No, no me prestaría.
Pero si, por razones muy comprensibles, le damos a una persona la posibilidad de disponer de la vida de otra en términos de eliminarla, lo que estamos haciendo es permitirle reducirla a la calidad de una pura cosa.
Si no me equivoco, hasta aquí estamos de acuerdo con el senador Walker.
Resulta poco convincente el argumento de que en la mayoría de los países está legalizado el aborto. Al menos no para alguien como Ignacio Walker, que bien sabe que el parámetro que mide el respeto de la dignidad humana no es el comportamiento de los otros. Si así fuera, jamás se habría abolido la esclavitud. El 24 de julio de 1823, solo dos países en el mundo habían prohibido la esclavitud: hoy nos llena de orgullo saber que Chile estaba entre ellos.
¿Significa lo anterior que, para evitar la instrumentalización del no nacido, vamos a hacerlo con la mujer a quien resulta insoportable seguir adelante con un embarazo? ¿Sancionaremos con todo el rigor de la ley a la gestante que en esa situación desesperada recurre a un aborto? Son dos preguntas muy legítimas. No hay instrumentalización, nadie está usando su dolor como medio para beneficiar a un tercero. Simplemente estamos reconociendo que nos hallamos ante un límite cuya transgresión implica violar la dignidad humana: "No es lícito realizar un acto que significa eliminar la vida de una persona para servir a otra".
No ignoro que hay casos en que se produce una suerte de ceguera, donde esa específica mujer no estaba en condiciones de actuar de otro modo. Pero para discernirlos está la prudencia del juez, que puede resolver una situación muy compleja que ya ha tenido lugar en el pasado. En efecto, él tiene todas las herramientas jurídicas para dejar sin sanción a la mujer allí donde no era exigible otra conducta, de modo que se resuelva el problema concreto sin sacrificar el carácter intangible que tiene toda persona humana. Pero como bien sabe Ignacio Walker, es muy distinto de entregar por anticipado un poder general de disposición de una vida humana. Y esto último es lo que deberá resolver como senador de la República en la decisión más relevante de su vida.