La cocina italiana es tan inmediatamente disfrutable sin necesidad de aprendizajes, que goza de universal éxito. Pero si se la presenta sin la condigna "pasión" resulta mucho más desilusionante que otras de las que no se espera tanto.
Recorriendo la terraza de comidas del Alto Las Condes, lugar siempre atestado de gente apresurada y no especialmente discriminadora, hemos entrado al restorán Caprese. Y la experiencia, en conjunto, ha sido apenas aceptable.
El lugar es grande, aumentado por un espacio en la terraza. Los garzones corren de un lado para otro y, con todo, no dan abasto. Una señorita recibe en la puerta y después se desentiende de la suerte que pueda correr uno en el interior.
Nuestro pedido incluyó una ensalada nizarda ($9.100), servida, como es ya la costumbre, en una especie de gran "pot de chambre": reminiscencia de la "salade niçoise" francesa, pero sin el discreto refinamiento de ésta, que lleva un bien equilibrado aliño con un toque de mostaza. Al cabo, la nizzarda es un tarro entero de atún en conserva sencillamente volcado sobre una cama de lechugas (sin disimular la redondez del tarro), rodeado de un huevo duro rebanado, tomatitos, tajaditas de pickles y espolvoreo de queso rallado, que le da, supuestamente, la italianidad. Obviamente, uno ha pedido algo simple, una ensalada; pero aun así, se echa de menos algo más de elaboración y preocupación que el abrir una lata de conservas. Si nos preguntan, cara la ensalada, para lo que es.
La carta, harto extensa, comprende, en lo esencial, pastas: pasta larga, pasta rellena y ñoquis. Hay imaginación en el bautizo de los platos, lo que no está mal: resultan evocadores. Pero no es oro todo lo que reluce. Probamos unos canelones Montecarlo ($11.450), que nos sugirieron un inusual refinamiento: rellenos con alcachofa, ricotta, y cubiertos por camarones y "salsa rosada". Nos imaginamos que ésta iba a ser preparada con la caparazón de los camarones, lo que hubiera sido genial; pero, no: era una sencilla salsa blanca con algo de tomate, menos delicada que la "sauce aurore" de la cocina clásica. La inoportuna acidez del relleno y de la salsa hicieron desaparecer el delicado sabor de las alcachofas, y los camarones, en la medida en que los hubo bien gratinados, le dieron interés a este plato poco interesante.
De postre probamos un tiramisú ($5.000) que fue, en cambio, muy bueno, aunque hecho a la chilena: sin mascarpone y bien dulce.
El servicio, lento, errático, descuidado (nos retiraron, sin motivo, nuestro pan con mantequilla...). Quedamos un buen rato varados, entre platos, hasta que apareció alguien a preguntar qué deseábamos... Por un error grave del servicio, que necesita urgente entrenamiento, nos descontaron el precio de los canelones. Carta de vinos razonable. Buenas limonadas con especias ($2.800). Con ese alto nivel de precios, se espera mucho más.
Av. Kennedy 9001, Piso 3 (Mirador del Alto), local 3229, Las Condes. 2 2954 1335.