Llegamos aquí al término del recorrido veraniego por zonas de la Región de Valparaíso, comentando nuestra visita a un restorán con tradición y renombre de Maitencillo, ¿pueblo?, ¿ciudad?, simpático, populoso y sin alcantarillado, El unicornio azul.
No es ya picada, como hace unos lustros. La competencia en Maitencillo obliga a progresar. En este caso, ha habido progresos en la infraestructura. No los ha habido en el nicho de calidad que este lugar ha tenido por largo tiempo, pero (he aquí la sorpresa) sí en el nicho de precios. Y, a decir verdad, este último no resulta muy bienvenido.
Veamos la calidad. Lo que aquí mejor se come es de raigambre popular. Una estupenda paila marina ($9.800), con buen trozo de pescado, almejas cocidas a punto (o sea, no duras), camarones, miniostiones, choritos, excelente caldo. Muy bien. Y también bueno el congrio frito que, en media porción ($4.400), llegó perfecto: impecable fritura, seca, dorada, interior jugoso, tierno. Observación: traía adherida la fritura un par de misteriosos residuos azules... Pero, como el servicio es lento, lento, preferimos retirarlos a pedir cambio.
También estuvo a la altura de las expectativas el pastel de jaiba ($8.800) que, en una región donde éste se hace con maestría, es uno de los mejores. Igualmente, los locos apanados, bien apanados, con la fritura bien seca ($12.800), acompañados de un pote de algo como salsa tártara, algo dulzona. Porción moderada, para el precio.
En cambio, los ostiones a la parmesana ($8.800), si bien estuvieron hechos según la moda imperante (queso mantecoso puesto sobre los mariscos), demostraron que aquí se ignora, como por doquier, lo que es algo "a la parmesana": sólo mantequilla, unas gotas de vino blanco y queso parmesano rallado.
Los reparos. En primer lugar, la corvina a la mantequilla negra ($8.800) y otra acompañada de "mariscos salteados" ($12.600). En ambos casos, la corvina, a la plancha, venía excesivamente tostada en su exterior. Resultado: el pescado quedó con un desagradable dejo amargo. La mantequilla no fue el medio en que se lo cocinó, sino que, luego de mucho esperar, llegó en una salsera aparte. Y los "mariscos salteados" venían con una salsa amarilla y sosa.
Segundo gran reparo: el servicio, lentísimo, descuidado, desordenado (faltaban los cubiertos, no se retiraban los platos antes de traer los siguientes, con la consiguiente confusión, el vino se trajo a la mesa ya servido en copas, no había un cubo para enfriarlo). Y tercer reparo: los postres, que no salen de lo trillado. Probamos, eso sí, una novedad: tarta de frambuesas, pero fue insuperablemente insípida.
Ojalá este tradicional restorán eleve la calidad de algunos platos y del servicio, para ponerse a la altura de los nuevos precios. Recomendación: pedir cosas de raigambre popular, omitir las otras, con excepción del pastel de jaiba.
Avda. del Mar 1350. 32 2771413.