Cuentan con frecuencia los viajeros que se internan por los caminos rurales franceses: "Perdida en un vallecito (o quebrada o paraje) encontramos una casa donde una viejecita (se acumulan los adjetivos aquí: encantadora, humilde, pobre pero honrada, etc.), a quien le preguntamos si ofrecía almuerzo, nos dio la tortilla (o potage, o cassoulet, o soufflé, o rôti) más delicioso de todo el tour". Mano bendita, la vieja.
Pues hete aquí que nos hemos encontrado en plena Viña del Mar con un local que no sabemos si calificar de restobar o de incipiente bistró, donde el cocinero tiene una mano que el cielo se la guarde. No ofrece grandes cosas; pero todo lo que le hemos comido ha llevado siempre ese "toque", ese "je ne sais quoi" (para seguir en la vena francesa de la vieja) que hace que lo más sencillo se transforme en algo especial.
El Dimalow tiene una sucursal en el cerro Alegre, que es anterior en el tiempo al lugar de Viña. Pero, tal como la cabecera está donde quiera que se siente el Quijote, así la "casa central" está donde quiera que esté el propietario, "le patron". Por lo tanto, en Viña.
Actualmente está atendiendo según la siguiente modalidad: lunes, martes y miércoles, sólo hay un menú fijo a la hora de almuerzo (en la noche, sánguches y tragos), con dos opciones de entradas, tres de fondos y dos postres, con la particularidad de que se cobra sólo el fondo: la entrada y el postre van incluidos en el precio de este. Y los jueves, viernes y sábado, al menú del almuerzo se agrega comida a la carta en la noche. El domingo, todo el mundo descansa, como debe ser.
Esta vez nos tocó un menú que incluía, como entrada, un gazpacho con un toque particular: en vez de vinagre corriente, llevaba aceto balsámico. Con su ajo, discreto, pero indispensable, y unas "migas de albahaca", resultó sencillo y fino. Y la otra opción de entrada era una tarta de caviar de berenjena, realmente muy buena, con una ensalada fresca.
Los fondos. Una tilapia (no quedó claro si era eso o blanquillo) sobre arroz con una guarnición de pulpo a la parrilla. También nos pareció bien lograda la idea y la ejecución. El otro fondo fue un enorme trozo de filete, cocido a punto, sobre lentejas a la española, que llegaron "al dente", en circunstancias que las legumbres no se comen "al dente"; pero muy sabrosas. El pescado valía $8.500 y el filete, $8.800.
Los postres fueron un tiramisú en copa, bastante competente, y un original (¡qué maravilla encontrar originalidad en los postres en este país!) par de "buñuelos de plátano", que en realidad son fritos de plátano, bien hechos, con un estupendo helado de chocolate.
Pan casero. Servicio, lentón (no había casi nadie) al comienzo. Luego adquirió ritmo. Muy recomendable.
10 ½ Norte 731, (32) 212 3503.