Con frecuencia quedamos sorprendidos por la forma en que los niños y los adolescentes se comunican con sus padres, especialmente cuando tienen que resolver algún desacuerdo.
Si bien en todas las generaciones se produce un quiebre en la relación de autoridad con sus progenitores en la adolescencia, y con frecuencia aparecen comportamientos que son sentidos por los adultos, sean padres o profesores, como insolentes o descalificatorios, llama la atención que ahora, desde muy pequeños, cuestionan a los adultos con conductas desafiantes y muy agresivas.
En el libro "¿Por qué es tan difícil ser padres hoy?", Claudia Messing plantea que esto se explicaría porque existe en los niños y en los jóvenes una simetría inconsciente, que hace que los hijos perciban como pares a sus padres. Ella lo describe como estar situados en "un lugar de autosuficiencia imaginaria", desde el cual no miran a sus padres como figuras de autoridad.
Esta percepción no tiene que ver exclusivamente con la forma de socializar de los hijos, sino que, según la autora, se trataría de un fenómeno más complejo. Los jóvenes culturalmente se colocan en el mismo plano que los adultos.
Entre las muchas sugerencias del libro y que resulta imposible resumir en esta columna, hay una que me parece de gran utilidad. Ella dice textualmente: "Otra de las herramientas más importantes en el proceso de comunicación con los hijos es aprender a no contagiarse emocionalmente de sus enojos. Esto ocurre cuando el adulto se carga emocionalmente de sus enojos, sin darse cuenta de la bronca que ellos sienten frente a sus palabras y responde inmediatamente con el mismo enojo, organizando de inmediato una escalada simétrica. La recomendación en estos casos es estar muy atentos al tono de nuestra voz y observar cuando varía bruscamente. Allí podremos detenernos y devolverlo mentalmente a su dueño. En algunos casos, podremos avanzar y explicitar lo que está sucediendo: "Te siento muy enojado, si querés paramos y podemos hablar luego".
La idea es detectar cuándo se está produciendo un tipo de enfrentamiento que está siendo no respetuoso de la jerarquía y evitar un enfrentamiento de igual a igual. Al hacerlo, el padre o madre se transforma en un adulto conectado con las emociones de su hijo, pero a la vez capaz de poner límites sin transformarse en víctima, pero frenando en forma firme y afectuosa los desbordes emocionales de los niños.
Ser autoridad para los hijos supone que ellos perciban a sus padres como capaces de autorregularse, poner límites y de comunicarse en forma afectuosa expresándole con frecuencia cuánto los quieren. ya