Hay artes que combinan entre sí y otras que no. La arquitectura y la música se complementan maravillosamente: oír una misa barroca en una iglesia barroca, o canto gregoriano en una catedral gótica, puede ser espectacular. Leer y oír música, en cambio, no combinan, sino que se entorpecen mutuamente. Por su parte, comer y mirar van espléndidamente juntos: arte culinaria y pintura o paisaje. En cambio, culinaria y ruido son un suplicio.
En el restorán del Club House del condominio Cantagua es posible tener unas vistas excepcionales de Maitencillo y la costa, hasta Quintero. En Chile hay pocos lugares, actualmente, tan pintorescos como estos, sobre todo mirados desde la altura, desde lejos. Los jardines del condominio, por su parte, son preciosos, bien diseñados, bien cuidados.
En semejante lugar uno esperaría refinamiento culinario. Pero no lo hay. Sí hay, en cambio, una cocina de... club, o sea, muy sencilla y sana. Eso. Se advierte, al mismo tiempo, falta de conocimiento culinario y destreza en la ejecución de algunas cosas simples.
Partimos con un atrayente tiradito de locos ($7.900), que resultó ser una triste ensaladita de lechuga en chiffonade con unas rebanadas de loco (blandos, al menos) por encima, con mayonesa de bolsa. O sea, de "tiradito", absolutamente nada. La tortilla española ($5.500), en cambio, corrió mejor suerte a manos de quien la hizo: aunque la hizo "baveuse" en el centro (según el ignaro gusto chileno; la tortilla española debe ser seca), la dejó bien armada, con rebanadas de chorizo parrillero, no español, y... ¡con queso!, innovación sorprendente, pero sorprendentemente agradable (en Chile todo lo que tenga queso derretido es apreciadísimo). Grande la tortilla, para dos.
El congrio frito con verduras salteadas ($7.900), un desastre: falta ahí una mano popular, o ducha en las destrezas populares, porque el pueblo sabe freír pescado y dejarlo como debe ser: dorado, crujiente, seco por fuera, jugoso por dentro. A este congrio le resbalaban por la aceitosa superficie los jirones de su mal frito rebozo. Saquen el pescado frito de la carta hasta que alguien aprenda en la cocina.
El filete a la pimienta con papas fritas ($7.600), muy bien: claro, no es plato complicado, si se deja la carne a punto (en este caso, sin pedirlo, lo estaba, como lo queríamos): la salsa de pimienta es un poco de crema con abundante pimienta, lo cual puede que no responda absolutamente a la idea original, pero queda muy bien. Las papas fritas, perfectas (de éstas salían cantidades realmente ingentes para las mesas vecinas, por lo que hay experiencia en ellas).
Postres: un infaltable pie de limón, y papayas. El pie, bien hecho.
Hay, para bañistas y especímenes análogos, pizzas y sánguches.
Hay doce vinos (entre $5.000 y $7.000).
Servicio: amable y deplorable. Buen estacionamiento. Vaya sólo por la vista. Y la tortilla de papas.
Camino entre Cachagua y Zapallar, al lado de Condominio Costa Cachagua. (33) 277 1414.