Los Club House de condominios no despiertan mucha curiosidad culinaria. Sucede lo mismo que con ciertos restoranes de hoteles que tienen que satisfacer las necesidades nutritivas de senescentes en su últimotour, infantes recién destetados, lolas adelgazantes y otra fauna de esta laya.
Con todo, hemos decidido largarnos al abordaje para evitarle a Usía ensartes mayores. Y hemos tenido una sorpresa, y de las buenas.
El Club House de Costa Cachagua goza de una situación privilegiada en un cerro que, hace pocos años, era todo lo pelado que puede ser un cerro. Impresionados por la rapidez de callampa con que crecen estos lugares, entramos en su gran comedor y pedimos la carta. Susto inicial. La oferta es casi rudimentaria: tres pescados y tres carnes a la plancha, con salsas y agregados a elección. Desalentador, por decirlo con suavidad. Casi sin platos que le digan a uno más que una lista de supermercado (lomo, filete, pollo, albacora, congrio, corvina...). Excepto entre las entradas, donde figuran cosas típicas (pulpo, camarones) al pil pil. Interesados por saber si se hacía aquí el verdadero pil pil, que no es lo mismo que "al ajillo", llamamos al chef. Y tuvimos la sorpresa, reconfortante, de encontrarnos con el marroquí Mohamad El Ghammad, a quien le conocíamos la buena mano en otro restorán de Maitencillo, que prosperó mientras él cocinó allí, para caer luego en el nadir culinario cuando se fue.
Ya con confianza, y aunque se nos dijo que, en realidad, el pil pil era a la chilena, o sea, al ajillo, pedimos un "peruco" en ese estilo, compuesto por champiñones, rebanadas de loco y camarones ($8.900), que resultó ser algo tan bien hecho, tan apetitoso, que no perdonamos ni un solo camaroncito (y eso que era un plato enorme). Las abundantes rebanadas de loco, suaves, blandas, gruesecitas. O sea, un acierto. Junto con él probamos un pastel de jaiba ($7.600) también enorme, puesto en gran lebrillo, con abundante carne del crustáceo, crema y queso. Delicioso.
Vino luego un lomo con salsa de roquefort y puré de papas ($10.800): perfecta la salsa, mantequillosito el puré, como pedimos (y puré de verdad). Igualmente bueno un filete ($8.900) con uno de los dos únicos tropiezos de la noche: el puré picante había sido hecho con salsa industrial. Malo. Y, para probar la pericia culinaria, un risotto con calabacines y salmón ($9.800): excelente (eso sí que a la chilena, con crema y un poco más cocido el arroz que lo que pide el plato), con un pescado cocinado a punto, jugoso. Estupenda crème brûlée al romero, buen suspiro de limeña, leche asada arruinada por haber hervido en el horno (fue el segundo tropiezo)
Reflexión: cuando manda en la cocina alguien que sabe, las cosas simples llegan a su perfección. Eso, felizmente, está ocurriendo aquí. Lugar muy, muy recomendable.
Ruta F.30E s/n, Cachagua, Camino a Zapallar. (33) 2295814.