En la vida actual suceden muchas cosas, de las cuales nadie o muy pocos se hacen responsables. Por ejemplo, ¿de quién es la responsabilidad de las profundas desigualdades que muestra la PSU del año 2015? ¿Son factores que tienen que ver con la medición o con la educación recibida? ¿Es responsabilidad de la familia o del sistema educativo? ¿Qué papel juegan los medios?
La tendencia actual es a pensar que los talentos se encuentran equitativamente distribuidos en los sectores sociales y por género. Por lo tanto, todos los actores involucrados tienen la obligación de pensar de qué forma ellos pueden haber contribuido a generar estas inequidades tan profundas.
Como todos los años, no puedo dejar de sorprenderme, más bien enrabiarme, con los resultados de la PSU. Existen dos desigualdades que cruzan los resultados de esta evaluación y que son realmente abismantes: las diferencias por nivel socioeconómico de los estudiantes y las diferencias de género. Hace ya muchas décadas que existe conciencia de la injusticia que significan estas desigualdades y existe un cierto grado de acuerdo en que deberían realizarse los esfuerzos para disminuir, al menos, la magnitud de las diferencias. Si bien es cierto que se han diseñado políticas públicas para compensar los efectos de estas variables, los logros obtenidos son del todo insuficientes.
En esta columna me referiré a la inequidad de género. En la última medición, solo el 11% de los mejores puntajes los obtuvieron mujeres.
¿Cuáles son las posibles explicaciones? Hay muchas hipótesis, pero una de ellas acumula bastante evidencia y es que las mujeres serían discriminadas en el contexto educativo, al ser menos visibilizadas y tener menos oportunidades, en tanto que a los hombres se les escucha más y se le da un mayor reconocimiento por sus logros académicos.
Una alumna universitaria relata que cuando se cambió de un colegio mixto a otro solo de mujeres "sentí que era mucho más reconocida en mis talentos, que era más visibilizada y que tuve oportunidades de ejercer un liderazgo que antes no tenía".
Como planteaba en una columna de opinión Sonia Montecino, estas diferencias, si bien no son una novedad para los estudiosos del género, "es hora de pensar que la equidad no es solo un problema de recursos económicos, sino también de recursos simbólicos, y aunque no nos guste, es un asunto que toca profundamente las relaciones de género. Sin políticas públicas capaces de leer estas relaciones, difícilmente alcanzaremos las metas de un país con igualdad".
Desafortunadamente, desde las familias tienden a reproducirse estas desigualdades en forma no consciente. Piense en los regalos que hizo a niños y niñas en la última Navidad. A las niñas mucho elemento doméstico y ligado a la belleza, y a los niños más juegos científicos, de construcción y de armas. Un tema como para autoevaluarse. ya