Como ya se ha hecho una suerte de mini-tradición, por estas fechas entregamos los mejores pinot noir del año, un buen momento para probar esta cepa que da tintos para refrescar el verano, para apagar la sed y que cada vez tiene mejores exponentes en Chile.
Para partir, algo innegable. Los "vicios" del pasado se van superando. Eso de querer hacer pinot noir híper ventilados, llenos de madera, súper concentrados; pinot que más que pinot parecen syrah, dulces y planos que no dan para la segunda copa. Existen aún, por cierto, pero van en retirada ante la idea, cada vez más extendida, de que hablamos aquí de una cepa que tiene su propio mundo y que comparte poco y nada con otros vecinos en la sección de tintos del supermercado.
Extremadamente sensible al uso de la madera, rica en notas frutales y en acidez, y -contrariamente a lo que se piensa- bastante astringente, el pinot vive en su planeta particular, allí en donde muy pocos tienen cabida. ¿Los Barolo del Piemonte? ¿La baga de Bairrada en Portugal? No muchos más. Vinos que, más que frutas, se basan en estructura.
Pero si el pinot puede ser un monumento a los taninos, a la densidad y a la fuerza (todo bien escondido en, como se suele decir, un "guante de seda"), también puede ser una cepa adorable para acompañar simplemente las pizzas en el verano. El avance más importante con esta uva en Chile es que ese tipo de pinot son cada vez más habituales. Echen, por favor, un vistazo a la lista de buenos pinot bajo $7.000 y verán de lo que les hablo. Ese tipo de tintos que uno los pone en agua con hielo y funcionan como perfectos antídotos para la sed.
Caminar antes que correr. Una lección fundamental que dice relación con la idea de, primero, hacer pinot fieles a su carácter varietal, sin grandilocuencias, sólo un tinto para beber y ya. Vean, por ejemplo, uno de mis favoritos este año: Leyda Reserva Pinot Noir 2015 que, por $6.490, representa todo lo que se puede pedir de la cepa: fruta roja a rabiar, jugosa acidez, textura firme, pero no agresiva. En resumen, el vino ideal para la piscina.
En el otro extremo, y sin desmerecer para nada la frutosidad y simpleza de estos vinos más baratos, están los pinot de mayores ambiciones. Aquellos que deben su categoría (o, al menos, a la categoría a la que aspiran) a distintos factores. Ocio de Cono Sur, por ejemplo, ha llegado alto porque es un vino que ya lleva varias cosechas en el cuerpo y sus enólogos han aprendido muchas lecciones. Empedrado de Miguel Torres, Tara y Heru de Ventisquero, Talinay de Tabalí, San Julián de Maycas, Montsecano o Las Pizarras de Errázuriz, por otro lado, responden a búsquedas relacionadas con lugares específicos, ya sea dentro de una zona como dentro de un viñedo, y lo que esos suelos, climas o topografías son capaces de dar.
La experiencia de cosechas y la búsqueda de lugares ha dado algunos de los pinot más trascendentes en el mundo en Borgoña, tintos que se ubican entre lo mejor que un amante de los vinos puede aspirar a probar en su vida. Chile aún está muy lejos de eso, pero hay ejemplos que dicen que -quizás- el pinot chileno algún día en el futuro se acerque a esas grandes catedrales de Borgoña. Por nuestra parte, les seguiremos informando.