Señor Director:
Deseo felicitar a Cristián Warnken por su último artículo:
"La adoración en peligro". Creo que acierta plenamente en considerar que la Navidad de Jesucristo se ha transformado en un asunto comercial y chabacano. En un aspecto se queda corto: la representación material de la Gran Fiesta tiende a desaparecer del todo. Desde luego, se comienza a conmemorar en noviembre, con lo que el momento sagrado se diluye en un par de meses. Cabe recordar que la Biblia es bastante exigente con fechas y lugares. Se insiste en momentos relacionados con otros, para integrar lo nuevo en un momento preciso, cuando correspondía, según lo anunciado mucho antes. En seguida, lo único que se representa es lo que no ocurrió: en vez del pesebre, aparecen campantes: renos, lugares nevados, "árboles de Pascua" (sacados de la geografía europea del norte) y, por cierto, el Viejo Pascuero. Es frecuente que los niños crean que se celebra el nacimiento de este último. Es el personaje central.
A su lado, el Niño de Belén desaparece o disminuye casi hasta parecer un cuento más (es curioso que el Sultán de Bahrein haya prohibido la celebración de la Navidad en su Estado Islámico y castigue con multa y prisión a los que se disfrazan de Papá Noel).
En cambio, casi nunca se menciona lo que cantaron los ángeles, según el relato de San Lucas: "Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad".
En el mundo actual, esa sola frase justifica todo el acontecimiento. Si solo se pusiera en práctica, aunque fuera en parte, podría mejorar la situación mundial notablemente.
Entretanto, defendamos lo Sagrado.
Julio Retamal Favereau