Ni blancos ni tintos ni rosados. El nuevo color del vino hoy es naranja. Sí, naranja. Tal como suena, una suerte de cruza cromática que no hace sino que revivir viejas tradiciones enológicas, casi perdidas en la vorágine tecnológica del vino moderno.
Uno de los pioneros en este color fue el italiano Josko Gravner, que hacia fines de los años 90 comenzó un interesante proceso de involución. Cuenta la leyenda que Gravner se comenzó a sentir incómodo con lo que estaba haciendo en su bodega del Friuli, casi en la frontera con Eslovenia, en Italia. Los aparatos tecnológicos no le estaban dando los resultados que esperaba y sentía que a sus vinos les faltaba alma.
Para encontrar esa alma perdida viajó a Georgia, uno de los centros históricos del vino en el mundo, y allí vio cómo los locales hacían sus vinos en ánforas de greda, y los blancos, fermentados con sus pieles y luego macerados en ellas por largos meses, a veces hasta años.
A su vuelta, Gravner trajo ánforas georgianas de terracota y comenzó a hacer sus blancos en ellas, principalmente de variedades friulanas nativas como la ribolla gialla con la que, en 2001, lanzó al mercado su primer vino hecho en ánforas y con la técnica de largas maceraciones, lo que le dio un vino naranja, hecho de uvas blancas, fermentando con levaduras nativas y sin control de temperatura, es decir, todo lo opuesto a la tecnología que hasta ese momento había empleado para la producción de sus vinos. La involución había comenzando.
Para quienes se interesen en este Gravner, el Ribolla Anfora 2007 acaba de llegar a Chile y, aunque se trata de pequeñas partidas, seguro que será un objeto de deseo para los aficionados. El precio es de $65.000 la botella y se puede comprar en www.iqwine.cl
La influencia de gente como Gravner pronto se hizo notar en el mundo del vino, sobre todo en aquellos productores más osados que buscaban nuevos caminos en sus vinos. En Sudamérica, Matías Michelini comenzó a experimentar con vinos naranja en el año 2010 para su línea La Vía Revolucionaria. En ella incluyó un vino naranja hecho con las perfumadas uvas de torrontés, mientras que en Chile la viña De Martino fue la pionera con moscatel de Itata.
"En 2011 viajé a Italia a conocer a gente como Gravner y Stanko Radikon (también de Friuli) y ver cómo es que estaban usando las ánforas y cómo hacían esos vinos naranja. A mi vuelta, decidimos con el equipo intentar algo al respecto", recuerda el enólogo Marcelo Retamal.
Hacia 2010, De Martino había comenzando a explorar el Valle de Itata y en 2011 lanzaron el primer Viejas Tinajas hecho en viejas tinajas de greda con la variedad cinsault. Al año siguiente, decidieron experimentar con un blanco macerado largamente con sus pieles, y así nació el Viejas Tinajas Muscat 2012, el primero de los vinos naranja chilenos. "Ese 2012 yo fui a Georgia, a ver el trabajo de los productores locales con las ánforas y la maceración de blancos con sus hollejos. A mi vuelta aplicamos eso en la elaboración del Viejas Tinajas", cuenta Retamal.
La maceración con las pieles no sólo da un color anaranjado a los blancos, sino que también los transforma a nivel de texturas y cuerpo. Un vino naranja, muchas veces, tiene la astringencia de los tintos y también la estructura recia y potente que obtiene de la maceración con los racimos completos, lo mismo que sucede con los tintos; es decir, no sólo se trata de una diferencia, digamos, cosmética.
Esa fuerza en la boca es la que se ve en la primera versión de En Re Do, de la cosecha 2015, hecha por Bodegas Re en el Valle de Casablanca. Se trata de una co-fermentación de gewürztraminer y riesling. Ambos son cortados al mismo tiempo, pero como su punto de madurez es diferente, el gewürztraminer ofrece dulzor y voluptuosidad, mientras que el riesling el frescor de uvas cosechadas con anticipación.
Tal como el Viejas Tinajas, este En Re Do también se cría en tinajas de greda, esta vez por tres meses en vez de seis. Pero ese tiempo basta para darle un cuerpo profundo, grande, como si fuera un tinto, pero no lo es. Vinos naranja para que comiencen a pensar en que ese color y ese cuerpo bien podrían ser un buen acompañante para los choripanes, mollejas o demás interiores en la siguiente parrillada.