Todo entra por la vista o, al menos, eso es lo que se dice. Un plato, por ejemplo. Si "se ve rico", uno tiende a disfrutarlo más. En una cultura extremadamente visual como la nuestra, con el vino suele pasar lo mismo. Si no es limpio o, mejor, "límpido" como se dice técnicamente, los consumidores lo rechazan. Tiene que brillar.
Y esto es válido tanto para los tintos como para los blancos, pero es aún más fuerte en los blancos, porque ahí hasta el más mínimo defecto visual se nota. Y mucho. Y es precisamente en los blancos en donde con más fuerza hoy nace la tendencia del mínimo filtrado, o dejar de lado la idea de que el vino tiene que ser brillante y limpio como el agua.
Pero claro que no se trata de algo puramente estético, o antiestético, en este caso. En Jerez, por ejemplo, la idea de embotellar "en rama", es decir, filtrando lo mínimo como para que no entre una mosca a la botella, ha ganado terreno hasta el punto en que no hay una bodega que no tenga al menos un "en rama" en su catálogo. Lo que buscan es vinos de mayor carácter y de más sabores, aunque se sacrifique en el aspecto visual y, en vez de brillante, el vino se vea opaco y turbio.
"No filtro para mantener la pureza de los sabores. Al filtrar se le quitan elementos al vino. El consumidor obtiene una experiencia similar a tomarse un jugo de naranja recién exprimido en la mañana, un vino muy auténtico y representativo de su origen", dice Felipe Tosso quien, junto a su equipo en Ventisquero, produce la línea Tara. El White Wine 1, por ejemplo, es un chardonnay del norte y es turbio y opaco, pero de sabores deliciosos.
Claro que es difícil llegar y sacar al mercado un blanco turbio que se justifique por su mayor sabor. Converso el tema con Andrés Ilabaca, enólogo de Santa Rita y autor de uno de los mejores sauvignon en el mercado, Floresta. Probamos la versión 2015 antes de ser filtrada y el vino -turbio- muestra profundidad y riqueza. No se ve bien, pero sabe muy bien. "Es muy probable que el consumidor no esté preparado para un vino así, especialmente si nadie la da una explicación. Esto creo que se puede manejar cuando se focaliza el punto de venta. La idea no es un vino para colocarlo en la estantería del supermercado", agrega Ilabaca, que piensa embotellar la mitad de la producción de Floresta (unas 300 cajas de doce botellas) sin filtrar y ver cómo reacciona la gente.
Este tipo de vinos, por cierto, no son para mentes conservadoras. Y por mucho que se trate de una tendencia en el mundo, aún se remite a una parte muy alternativa de los consumidores. Pablo Morandé, propietario de Bodegas Re, lo tiene claro: "Los más osados, aventureros, atrevidos y ciertamente bebedores gozadores, son los que comprenden que filtrar es sólo beneficio a la vista. Pero también los vinos velados, son de gran belleza y enormemente más generosos en aromas y sabores".
En Bodegas Re, Morandé sólo filtra los vinos que saldrán durante el año. Para los otros, cree que los restos de levaduras muertas o también conocidas como lías, otorgan más sabores y cuerpo a medida que el vino se guarda en botella. Un ejemplo es su espumante Renoir Virgen. Tal como el blanco de Tara, este vino ni siquiera se pasa por un filtro grueso, sino que termina de fermentar y se tapa. "No se filtra, ni siquiera se cuela; sólo se le cambia la tapa corona de la fermentación, por tapón de corcho como un símbolo de calidad", dice.
El resultado es uno de los vinos con más personalidad que se pueden encontrar en el mercado, de gran cuerpo y de sabores frutales que inundan la boca. Una delicia que se puede disfrutar, siempre y cuando uno deje los prejuicios a un lado.
En los tintos, la idea de no filtrar o de filtrar mínimamente, sólo para descartar las partículas gruesas o algún bicho intruso, es hasta bien vista. Si se fijan en algunos grandes tintos, verán que en la contra etiqueta -y como signo de valor- se afirma que "no se ha filtrado". En los blancos, en cambio, aún se trata de una cosa medio hippie, poco aceptada. Cuando prueben blancos no filtrados, especialmente todos esos blancos de moscatel que vienen de Itata y de productores artesanales estilo Chanchos Deslenguados, vean si les gustan. O, mejor, vean si pasan de la apariencia para llegar al sabor.