En su libro "El niño que quería ser helicóptero", Vivían Gussin Paley propone una forma de entender y favorecer las narraciones de los niños. Una de sus propuestas es que los niños se sienten en una mesa redonda con materiales diversos (lápices, tijeras, pegamento) para que vayan construyendo una historia a partir de cualquier narración creada por alguno de ellos o por la modificación de una historia tradicional. Los niños pueden ilustrarla en una forma de creación común, favoreciendo de esa forma su integración y colaboración, lo cual ayuda a elaborar las problemáticas que se puedan ir presentando.
Esto les abrirá ventanas hacia su mundo interior y les permitirá expresar sus emociones y buscar soluciones a sus problemas.
"Si temen perderse, se convierten en los padres que buscan a su bebé; si están enojados, encuentran un hipopótamo acalorado que impone su voluntad al mundo. Hasta la felicidad tiene su argumento y sus personajes.", dice la autora.
El rol del adulto es contener, no imponer contenidos. Sin modificar las historias de los niños, se las valida haciendo que perciban que sus relatos son acogidos y valorados.
La autora rescata la enorme capacidad que tienen los niños de enseñarse unos a otros cuando se les da la oportunidad de jugar e interactuar, poniendo énfasis en favorecer la invención y la risa. Los cuentos ayudan a expresar los miedos, a manejar los sentimientos de soledad y a sentirse fortalecidos. En el juego imaginativo descubren el valor del apoyo mutuo en las dificultades. La creación de relatos es importante para destrabarlos emocionalmente, conectarlos con sus sentimientos y hacer que se produzca una liberación de los conflictos.
La elección de los cuentos preferidos por un niño no es trivial. Emilia, que tenía dificultades para aceptar su imagen corporal, pedía que le contaran una y otra vez el maravilloso libro de Keiko Kazka "El día de campo del Señor Don Chancho", en que el protagonista, para conquistar a su amada chanchita, pide prestado al león su melena, a la cebra sus rayas, y la chanchita al verlo se asusta. Él devuelve lo que le habían prestado y regresa tal como es, siendo efusivamente recibido por su amada. En la medida en que fue superando su conflicto, Emilia fue escogiendo otros libros.
En cada cuento que inventa un niño hay más contenidos que lo explícito. Los adultos sensibles a las necesidades de los niños podrán leer los sentimientos que están detrás del relato, y cuando esto sucede, se producirá una fuerte vinculación emocional con la persona que escucha el relato.
Desde antiguo, los seres humanos han necesitado construir historias, por lo cual no dejemos que la tecnología atrofie esta maravillosa característica en la infancia.