Leyendo el último libro de Agustín Squella, "Lugares Sagrados", me pareció un tema de la mayor importancia para reflexionar sobre los espacios que se están construyendo con los niños como sus lugares entrañables. Estos son aquellos lugares en que se habita con felicidad en la infancia, que quedan archivados en la memoria autobiográfica como espacios que tienen algo muy mágico, y a los que es posible recurrir realmente o con la imaginación cuando necesitamos conectarnos con nosotros mismos, o encontrar un refugio frente a la adversidad.
En la acepción del autor, lugares sagrados no son aquellos que tienen que ver con lugares de culto de las religiones, sino los que por su significado resultan insustituibles e irrenunciables para las personas. Él hace una preciosa descripción de los lugares en Viña del Mar y Valparaíso, que para él son sagrados, principalmente librerías, cafés, algunos templos vacíos; como académico, su sala de clases y, como aficionado a la hípica, el Sporting Club.
Siempre es conveniente tener la tradición de volver a ciertos lugares con los niños, como el café donde se iba con la abuela a tomar té, la plaza donde se iba a patinar, el lugar al que se iba de camping y tantos otros. La elección dependerá de las características de cada familia, pero teniendo en común el estar cargados de recuerdos y de energía positiva. Son lo que se llama lugares de apego seguro, en los que basta entrar para tener una sensación de tranquilidad y seguridad, como la que siente un niño que está con miedo y entra a la pieza de sus padres.
Como plantea el autor, "Los lugares sagrados dan libre curso a nuestras mejores voces interiores. Son los sitios en que podemos tener nuestros más íntimos soliloquios. Nos ponen en contacto con los otros que también somos y de quienes podemos habernos olvidado en medio del aturdimiento de los días. Ellos permiten que encontremos las hebras de la vida. Son también los hilos que cosen los parches con que vamos vestidos".
Aquellos lugares a los que se va por agrado o en busca de tranquilidad, pasan a constituir para los niños parte importante de la cultura familiar. Cada persona y cada familia tiene que tener algunos lugares sagrados para enriquecer las tradiciones familiares y así aumentar la sensación de bienestar emocional de sus hijos. Como sostenía en el libro "Cuidar y amar", estos lugares son clave porque nutren la memoria emocional de los niños.