Como era de esperarse, el anuncio del ministro de Hacienda de que había que priorizar porque los recursos públicos serán menores a lo proyectado ha provocado incerteza y polémica.
Algunos en la Nueva Mayoría sospechan de una excusa para no cumplir las promesas del programa; la derecha atisba una oportunidad para detener lo que llaman el afán refundacional, piden desandar o corregir la reforma tributaria, sepultar la idea de nueva Constitución y hasta cambiar el eje del Gobierno, desde la igualdad al crecimiento. Algunos gremios entienden que es la hora de movilizarse para que sus intereses estén entre los priorizados. La presión de unos y otros, la ansiedad y el consiguiente desorden político se mantendrán mientras el panorama no se clarifique. Tomará algún tiempo despejarlo, ojalá sea poco y la agenda termine siendo clara.
Para ordenar el proceso, Hacienda debiera precisar más las proyecciones de las finanzas públicas; dejar más claro cuánto resta una vez descontado lo que ya aparece definitivamente comprometido para implementar la reforma de la educación particular subvencionada; lo que se prevea para educación pública, con el aumento de remuneración de profesores y desmunicipalización; proyectar con realismo los costos en financiamiento público de la política; lo que consumirá el aumento de fiscales y otras reformas concluidas o avanzadas. Esta proyección cuantitativa debe ser más precisa que lo que se ha hecho público hasta la fecha.
La decisión siguiente es tarea política. Si bien el Gobierno debe conducir, en ella no debiera reinar el secretismo. En esta materia parece más prudente sondear las aguas entre sus parlamentarios y partidos, que encontrarse con sorpresas. No será menor la tarea. ¿Se priorizará asignando algo menos a todos los proyectos o algunos serán postergados para mantener otros inalterados? ¿Exigirá el impulso al crecimiento bajar en algo los niveles de incerteza que provoca el anuncio de reformas estructurales? Habrá que dar algunas malas noticias, pues no se prioriza sin renunciar o postergar.
Lo que no debe dejar de hacer el Gobierno en esta tarea es calcular los efectos políticos de sus prioridades. La capacidad de llevar a puerto reformas profundas no depende solo de los recursos financieros, sino también del capital político, y sobre este deben hacerse proyecciones y apuestas de análoga precisión a las primeras. Algunas reformas pueden aglutinar a los parlamentarios de Gobierno, otras dividirlos; cada una de ellas influirá de diversa manera en las expectativas y en la percepción del Gobierno.
Para ser exitoso, la primera tarea del Gobierno es aumentar su apoyo ciudadano. Nada será más efectivo para aglutinar a la coalición y desalentar protestas desafiantes que aumentar la aprobación ciudadana. Este cálculo no es renuncia ni afán de moderación, es responsabilidad política, pues si aumenta el apoyo ciudadano, el Gobierno podrá ser más intenso en su afán reformista; si disminuye, inevitablemente decrecen sus posibilidades de llevarlas a puerto. El capital político, ahora debilitado para la magnitud de los desafíos, es en esto más elástico que el financiero. Por eso la tarea es política, requiere de aquellos que entienden los vientos y temperaturas de la opinión pública, de los que atisban lo que convencerá y generará entusiasmo y lo que terminará desinflándose. Requiere entender cómo resonará públicamente cada idea, calcular el modo en que cada anuncio será rebatido y desafiado, prever prolijamente la manera en que será explicado y justificado, en sus ideas matrices, en sus detalles y en su coherencia. En ese debate cada proyecto se jugará su suerte y el capital político del Gobierno.
Una agenda incierta será siempre peor que una que frustre algunas expectativas. Hecho ya el anuncio de que había que priorizar, no queda otra que hacerlo. La tarea supera con mucho al Ministerio de Hacienda, y es probable que en los aciertos o desaciertos de este proceso el Gobierno y la coalición se jueguen buena parte de su suerte.
INSTALADA LA IDEA DE PRIORIZAR, HAY QUE CALCULAR BIEN LOS RECURSOS FINANCIEROS, AUNQUE TAMBIÉN EL CAPITAL POLÍTICO, PUES DE SU AUMENTO DEPENDE EL ÉXITO DE LAS REFORMAS. PRIORIZAR SERÁ UN PROCESO POLÍTICO DECISIVO PARA EL GOBIERNO Y PARA LA NUEVA MAYORÍA.