Típico. Por los parlantes anuncian que el vuelo está retrasado y uno perdido en los pasillos sin saber qué hacer. Y aunque las cosas han cambiando bastante desde que en 1994, el terminal Arturo Merino Benítez se mudara a su actual ubicación, no digamos que nuestro aeropuerto es el gran centro de diversiones; el lugar ideal para el pasajero varado en busca de algo que hacer.
Cada uno, claro, con sus motivaciones. Yo, por ejemplo, voy por una copa de vino cuando ando por allí en tránsito o sin vuelo a la vista. Y de hecho me he encontrado con agradables sorpresas en algunos aeropuertos bien abastecidos del mundo, cuyo ítem entretenimiento incluye wine bars de lo mejor, aunque no siempre a precios tan accesibles como uno quisiera.
Por ejemplo, El Vino Volo en el aeropuerto JF Kennedy de Nueva York, con una fuerte orientación hacia vinos norteamericanos e italianos, es uno de mis favoritos. El Ice en el Adolfo Suárez de Madrid, que no es propiamente un wine bar, pero sí un buen lugar para comerse una tapa en base a mariscos o pescados junto a un buen vino blanco español. Y mi favorito, el De Canto en el aeropuerto de Viena, en Austria, una tienda de vinos alucinante y, justo al lado, una barra pequeña, pero surtida con algunos de los mejores vinos austríacos que se pueden encontrar en ese país. ¿Y qué pasa en Chile?
Primero, habría que echar un vistazo a una suerte de resurgimiento del tema "wine bar" en Santiago. Hoy son dos los que están funcionando: el Bocanariz y el Barrica 94 y pronto se espera la apertura del nuevo proyecto del Master Sommelier Héctor Vergara. No es mucho, pero al menos ya da como vislumbrar una tendencia. A ellos, se suma Vinum Chilean Wine Experience cerca de la puerta 12 de salidas internacionales en el Aeropuerto Arturo Merino Benítez.
Y ya era ahora. Aparte de las tiendas de vinos, lo que se ha hecho por el tema en nuestro aeropuerto capitalino ha sido escaso, partiendo por la casi nula oferta de etiquetas en los restaurantes de la terminal. "La idea de Vinum nació porque sentíamos que faltaba algo de entretención en el aeropuerto. Le dimos muchas vueltas a qué tipo de entretención podría ser. Incluso hasta pensamos en cápsulas para la siesta, hasta que finalmente nos decidimos por el vino", cuenta Felipe Lagos, quien junto a Patricio Miguez y Matías Quiroga abrieron este wine bar a mediados del año pasado.
Ninguno de estos tres profesionales había estado relacionado con el vino hasta ahora, pero les pareció lógico que un producto como este, tan relacionado con la cultura chilena, tuviera presencia en la terminal internacional. Así es que se lanzaron con la idea. "Somos un bar de copas enfocado en espumantes y vinos 100% chilenos, conversamos de vino, viajes, turismo y cocina con nuestros pasajeros, y ya tenemos clientes frecuentes", asegura Lagos.
La atención en Vinum está a cargo de sommeliers para avivar la idea de lugar de especialistas, y la carta tiene de todo un poco: Los precios por copas van desde los $4.500 a los $26.000 y la selección es bastante ecléctica. Por ejemplo, el siempre controversial, aunque delicioso carignan de Villalobos (no muy habitual en cartas de restaurantes santiaguinos) o el Cuvelier de Los Andes Cuvee del Maule, otro vino, digamos, "alternativo", conviven con nombres más habituales como Miguel Torres o Cono Sur. Para comer, tapas de fiambres y quesos y otros platos sencillos.
Los socios calculan que hasta ahora han tenido unos dieciséis mil clientes, el 80% de ellos extranjeros. "El vino es nuestro producto emblema. Y el aeropuerto es el lugar perfecto para mostrarlo", concluye Lagos.