Por lo general, cuando pensamos en destilados -en ron, en whisky, en vodka, en gin-, rara vez lo hacemos en un plato de comida. En lo que pensamos es en aperitivos o, probablemente, en beberlos solos. Pero la verdad es que entre gastronomía y destilados hay una intensa relación, casi tan intensa -aunque quizás no tan variada- como con los vinos. Pero claro, no es muy conocida.
Los chilenos, y es bueno que lo reconozcamos, somos vineros, pero también somos muy whiskeros. Hubo un tiempo, justo antes del boom del vino (hablo de los años 80) cuando beber whisky era un símbolo de estatus. Y la marca de la botella determinaba cuán refinado era tu gusto o, quizás, cuánto tenías para gastar en whisky. Era la época dorada de Chivas Regal, el símbolo de sofisticación máxima. Tiempos en los que el single malt apenas (muy apenas) aparecía de la mano de Glenfiddich.
"Una de las primeras veces que visité Escocia, me sorprendió el tema de comer, por ejemplo, carne roja envuelta en tocino con whisky. Yo estaba acostumbrado a comer ese tipo de platos con cabernet, pero me di cuenta de que, efectivamente, los destilados pueden potenciar mucho los platos de ese estilo", recuerda el sommelier Ricardo Grellet.
Pero no solo platos de ese estilo. Una de las parejas clásicas de destilados y comida es el vodka con el caviar, una pareja "rusa" bastante sofisticada, por cierto, que es una maravilla. El vodka, eso sí, debe estar bien helado, cremoso tras un par de días en el freezer. El poder del alcohol limpia el paladar y lo deja dispuesto para apreciar todo el sabor de estos huevos de esturión, que tienen una personalidad como pocas en el mundo de la gastronomía.
¿Pero qué pasaría si, en vez de vodka y caviar, bebemos pisco (bien helado) y piures? Un pisco lo más puro posible, sin madera, no tendría por qué funcionar mal, si es que son fans de los piures, por supuesto. "En realidad, todas las comidas son posibles de ser acompañadas con destilados, sobre todo considerando que hay una gran diversidad de destilados mucho más allá del whisky o del ron. Una de las mejores combinaciones que he hecho fueron unas salchichas muy condimentadas, alsacianas, con los destilados de peras que se producen en esa zona de Francia", dice Grellet.
Siguiendo esa lógica, entonces, quizás no sería tan mala idea combinar uno de esos piscos criados en barricas, ahumados y cremosos, con unas longanizas de Chillán. Nunca lo he hecho, pero así, en teoría, suena bastante posible.
¿Y el chocolate? "Los destilados más bien golosos son mis favoritos. Rones y pisco de alta gama, o cognac, especialmente si se sirven solos o con hielo. Así limpian muy bien el paladar y potencian el sabor del cacao. No hay que olvidar que los destilados casi siempre tienen 40º de alcohol o más, por lo que permiten limpiar la grasa que les da consistencia a los chocolates y una vez que se logra eliminar, el siguiente trozo de chocolate vuelve a tener la misma intensidad del primero", asegura Grellet.
Mariscos, carnes, dulces, todo es posible de combinar con bebidas espirituosas. Solo hay que abrir la mente, y olvidarse del vino por un rato.