Uno de los imputados en el caso Penta se quejaba de que el fiscal los hubiese presentado como si fuesen unos gánsteres. Efectivamente, la fiscalía exageró en su retórica, pero así sucede en todos los juicios. A diferencia de la mafia, Penta no es una organización creada para delinquir, sino una empresa llevada adelante por individuos normales que hicieron cosas contrarias a la ley. Este hecho le entrega al caso un especial dramatismo, porque no se trata de unos extraterrestres, sino de personas conocidas y respetadas en el medio empresarial. Para hacer cosas malas no se requiere ser una mala persona.
¿Qué les ocurrió a esos empresarios? Probablemente han sufrido lo que podríamos llamar el "síndrome de la excepción". Me temo que pensaron que, porque daban trabajo a mucha gente, pagaban unos impuestos siderales y apoyaban causas de bien común, podían tomarse más licencias respecto de la ley que el resto de los chilenos.
Pero esto no explica todo. Al parecer, ellos adoptaron una lógica que progresivamente ha ido permeando a toda la sociedad chilena, especialmente a las capas más acomodadas: la lógica de los "winners", la compulsión de los ganadores por hacer que un negocio bueno se transforme en todavía mejor. Así, no les bastó con torcerle el brazo a la ley para apoyar una causa política que consideraban buena. Tuvieron que hacerlo a través de la empresa, de modo que los accionistas minoritarios (que a lo mejor eran de otra tienda política), terminaran prestando sin saberlo una contribución a esa causa. Así se maximiza el negocio, porque consigue el aporte de terceros.
Lo mismo sucede en el resto de las operaciones cuestionadas, es decir, en aquellas que no tienen que ver con la política. ¿Requerían esos grandes empresarios aún más dinero para vivir? No, pero la tentación de obtener más que el promedio resulta irresistible para un "winner". Esto no le pasa solo a algunos empresarios, sino a cualquier chileno que se deje llevar por la lógica exitista; basta ver la pasión por los rankings : necesitamos aparecer más arriba que los otros, pues de lo contrario se afecta nuestra autoestima.
El caso Penta resulta ilustrativo también en otro sentido: nos habla acerca de nuestro escaso sentido del bien común. Son innumerables los chilenos que jamás osarían apropiarse de dineros ajenos, pero que cambian de mentalidad si se trata del Estado. Las excusas para explicar este doble criterio son infinitas, partiendo por el argumento de que la burocracia estatal es dispendiosa, los dineros se usan de manera ineficiente, y uno nunca sabe a dónde van a parar nuestros impuestos. Todo eso puede ser verdad, al menos en parte, pero la conclusión que se saca es errónea, porque no justifica quedarse con un dinero que, en realidad, es de todos. Ahora bien, ¿piensa alguien que este modo de razonar es patrimonio exclusivo de los imputados en el caso Penta?
Lo dicho no lleva a exculparlos, pues se trata de conductas graves. Más bien conduce a tener presente que en esa sala del juicio podría haber habido bastante más gente que esos acusados que estaban sufriendo un proceso que nunca imaginaron, ni aún en una pesadilla. A los dueños de Penta les ha pasado como en el juego infantil del "un, dos, tres, momia es": muchos eran los que se habían movido (comenzando por los abogados que asesoran este tipo de operaciones), pero ellos fueron sorprendidos sin haberse detenido a tiempo. Ojalá este mal estuviera restringido solo al pequeño grupo de personas que están acusadas en este juicio. Pero el argumento mismo de que "otros también lo hacían", más que justificar, nos muestra que el mal está muy extendido.
La atención con que se ha seguido el caso tiene algo de morbosa, si bien al mismo tiempo transmite una lección importante: es una suerte de venganza del ciudadano corriente. Aparentemente, se dirige solo contra unos pocos empresarios y sus empleados; en realidad, la opinión pública está juzgando a todo un sector social, el de la gente "importante", que es percibida como autorreferente e insensible ante los grandes intereses del país. Es una venganza contra los "winners".
Lo que quizá el público no sabe, es que ese grupo de "winners" no se compone solo de empresarios.