Cada día se toma más en serio a los rosados en Chile. Y también los tiempos cambian, las modas giran hacia un estilo más ligero, menos dulce, más jugoso y fácil, aunque no podemos decir que los rosados en nuestro país, ni casi cualquier parte del mundo, alguna vez fueran vinos complejos de beber. Pero vayamos por partes.
El giro más importante que han tenido los rosados en Chile ha sido a nivel de dulzor. Hace no mucho, la cantidad de azúcar residual era demasiado alta, lo que puede que a más de alguno le guste, pero que sin duda atenta contra la "bebilidad" del estilo. El dulzor es más bien para el postre, y uno sabe que el postre termina por hostigar si es que se abusa.
Hoy, la situación es distinta. El abuso del azúcar, ya sea para hacerlos más comerciales o para ocultar una mala calidad de la uva, es algo que se ve poco. E incluso cuando son dulces, tienen la suficiente acidez como para que no se sientan así.
Otro tema importante es que se ha tomado al rosado más en serio porque representa el mejor ejemplo del tipo de vinos que poco a poco se comienza a preferir en el mundo: nada de híper concentración, ni exceso de madurez en vinos (rosados, tintos, blancos, lo que sea) que no solo se beben más fácil, sino que además van mejor con la comida.
Ante esto, ha habido productores que se la juegan. Y para ellos ya no es cosa de mezclar blancos con tintos o usar los restos de los vinos buenos para hacer rosados mediocres, sino que los crían desde el comienzo, desde el viñedo pensando en rosados de calidad. Buenos ejemplos de este tipo de aproximación son viñas como Calcu o Maquis que, no por nada, hacen algunos de los mejores rosados en nuestro país.
También está lo del color. Antes, hace unos cinco años, el color de los rosados era más bien rojo, pero rojo de jugo en polvo de frambuesas. Hoy esa tonalidad está en retirada y lo que se usa son colores mucho más pálidos, menos intensos. "Piel de cebolla" es como se les conoce a esas tonalidades más sutiles que son típicas de los rosados del sur de Francia, especialmente en la Provence, hoy una de las mayores referencias en rosados en el mundo.
Finalmente, están los tipos de uvas que se utilizan. Esto de revalorizar cepas olvidadas como el país o el cinsault también contagia a los rosados. Lo mismo con las variedades mediterráneas como la garnacha. J.A. Jofré acaba de estrenar el primer rosado de garnacha en Chile, una uva que es casi sinónimo del estilo en Francia. Lo que sí echo de menos es algún rosado de cariñena. Parece que los productores de esta uva -ya bien reconocida y justamente rescatada del olvido- sienten que el carignan es para grandes vinos, y no para vinos más pequeños como un delicioso rosado de cariñena, rico en acidez y en frutas rojas.
Ni tan en serio ni tan en broma, los rosados chilenos están cada vez más frescos y frutales, es decir, ideales para enfrentar el verano. Así es que ya vayan preparando los camarones en la parrilla, o la paella o la pasta con salmón, o los vegetales grillados. O lo que se les ocurra. Todo va bien con rosado.