Es el año 2000 y Chile está en pleno boom del vino, con exportaciones récords y nuevas etiquetas apareciendo por todos lados. Viña Carmen es una de las líderes, y como enólogo jefe tiene al carismático Álvaro Espinoza, paradigma de una nueva generación de hacedores de vinos. Pero ese mismo año, Espinoza decide renunciar a la comodidad y al buen sueldo de Carmen y lanzarse con un proyecto pequeño, mucho más a su medida: Antiyal.
Por esos años, la idea de una bodega "garage" como Antiyal, que partió con apenas unas tres mil botellas (hoy produce cerca de 30.000) era algo completamente inédito en los circuitos comerciales del vino chileno. Y, por cierto, también lo era que un enólogo persiguiera su propio camino. "Con Marina, mi mujer, tomamos la decisión porque queríamos tener nuestro vino, hecho con nuestro propio esfuerzo. Además, queríamos dedicarnos cien por cien a la agricultura orgánica y biodinámica, sin presiones comerciales. Pero también lo hicimos por nuestros hijos, porque queríamos enseñarles un oficio y que ellos aprendieran del proceso de manera familiar", recuerda Espinoza.
El salto pionero de este enólogo, sin embargo, no marcaría una tendencia. Por las características de la escena de vinos local, dominada por grandes empresas, la idea de emprender un proyecto independiente y pequeño resultaba poco probable para la mentalidad de los enólogos en ese tiempo. Por otro lado, proyectos paralelos eran igualmente impensables, dado que los contratos de trabajo con las viñas se los prohibían.
Pero los tiempos cambian. El Movimiento de Viñateros Independiente, MOVI, creado en 2009, agitó las aguas y comenzó a probar que proyectos pequeños, de menos de cien mil botellas, eran posibles. Eso alentó a enólogos a dar el salto, ya sea para renegociar sus contratos y poder hacer sus propios vinos o, derechamente, renunciar (o ser despedidos) para tirarse de cabeza a la piscina de la viña propia y así satisfacer motivaciones de toda índole, desde hacer el vino sin la presión que a cada cual le gusta, sin la presión comercial de la viña, hasta vivir de eso, una meta a más largo plazo, pero posible.
La llegada de esta nueva camada de enólogos-propietarios le ha dado un nuevo aire a la escena nacional, poco a poco menos dominada por las grandes compañías. Estos son algunos de esos proyectos.
Rogue Vines Propietarios: Leonardo Erazo y Justin Dereck.
Produce: 6 mil botellas.
Leonardo Erazo, a cargo de la enología de esta pequeña viña, es además enólogo de la bodega argentina Altos Las Hormigas. Vive en Mendoza y desde allí saca tiempo para viajar a Itata y trabajar con viejas parras de la zona. "Se necesita mucho tiempo, constancia y, sobre todo, muchas ganas, porque cuando no hay plata se hace todo a pulmón, y eso obliga también a usar la imaginación. Es hacer enología con lo mínimo", señala Erazo.
Polkura Propietarios: Sven Bruchfeld y Gonzalo Muñoz.
Produce: 100 mil botellas.
Especialistas en syrah, y con viñedos y bodega propios en Colchagua (Marchigüe), esta bodega es vista como un ejemplo entre los enólogos aspirantes a la "viña propia". "Mis planes a futuro son terminar de formar una empresa vitivinícola y demostrar que esto no es mal negocio. Porque no lo es. Es lento, eso es todo. Demostrar que se puede partir de cero. Que Chile puede convertirse en un verdadero país vitivinícola en la medida que gente viva del y para el vino y no lo tenga como hobby o como una empresa más de algún holding", señala Bruchfeld.
García + Schwaderer Propietarios: Constanza Schwaderer y Felipe García.
Produce: 60 mil botellas.
Luego de trabajar en distintas viñas chilenas, hacia fines de la década pasada decidieron independizarse y comenzar a hacer sus propios vinos. Hoy, aseguran, son de los pocos que pueden vivir ciento por ciento de su bodega, "Hacer vino es lo más fácil que hay; ser una empresa, es otra cosa, y eso cuesta mucho. Hay muchas etapas en el proyecto, nosotros hasta ahora hemos trabajado 100% con capitales propios, y esa plata fue la que ahorramos durante nuestros años de trabajo. Acá no hay mecenas o financistas, que es un camino más rápido de llegar a puerto", dice García.