Juan José Ledesma es músico. Se ganó la vida como tal hasta hace poco. Ahora, sin embargo, es un enólogo (una cosa circunstancial, como él mismo aclara) que trabaja con viejos viñedos del sur vitícola chileno, entre Itata y Biobío, vinos que rara vez se encuentran en las estanterías capitalinas. Y mientras trabaja, como a muchos, le gusta escuchar música. Sus gustos son variados: The Who, Eric Clapton, Billie Holiday, Pink Floyd, muchos bluseros.
"Siempre, en la sala de barricas de las bodegas que he trabajado, llevo audífonos y los conecto al teléfono con mi playlist. En alguna oportunidad -no recuerdo si fue en Viña Chillán o en Mahnle- no encontré los audífonos y, como no quería escuchar directamente del parlante chillón, puse el teléfono en una barrica vacía. El sonido mejoró notablemente", dice Ledesma, hoy responsable del proyecto Terroir Sonoro y de la bodega Viñas Inéditas.
Esta experiencia fue el punto detonante para que comenzara a investigar sobre la relación entre la música (o, más bien, las ondas sonoras) y su influencia en el vino. ¿Es que las ondas sonoras de una música determinada pueden influir en la crianza de un vino, en la forma en que sus sabores y texturas se entrelazan entre sí? O, mejor todavía, ¿es que el carácter de un vino puede transformarse por el tipo de música o por la intensidad de esas ondas sonoras, hasta convertirse en un vino distinto luego de haber "escuchado" lo que escuchó?
Los experimentos de Ledesma aún están en curso, pero sus resultados -de ser posibles- podrían cambiar la idea que tenemos de sentido de lugar e, incluso, del valor que tiene el ser humano en el proceso de producción de un vino. Pero no nos adelantemos. Aún falta mucho para lanzar sobre la mesa conclusiones tan resonantes.
"La idea es extender el efecto de la vibración al consumidor, poniéndolo en 'sintonía' con el vino mediante la emotividad de la música. Así, cada pieza musical podría estar definida con un 'oído' para el vino y con el otro para el consumidor. Algo así como ponerlos en frecuencia, tratar de comunicar lo que yo como enólogo siento cuando degusto", dice Ledesma.
Eso, inevitablemente, nos lleva a cómo la música influye en nosotros cuando bebemos vino. ¿Es que esa botella sabe diferente cuando escuchamos rock a cuando escuchamos música clásica? La viña Montes es una de las bodegas que más ha puesto atención al tema en el mundo. De hecho, encargó un estudio a la Universidad Heriot Watt de Edimburgo. Los resultados son contundentes.
Doscientas cincuenta personas fueron invitadas a beber una copa de vino mientras escuchaban distintos tipos de música. Y lo que escuchaban influyó en su percepción del vino. Música potente les hizo pensar que el vino que bebían era potente, mientras que música suave provocó el mismo efecto en su percepción del vino.
Citando fuentes que ayudaron a darle sustento a este experimento, el estudio de Heriot Watt alude a un trabajo de la Universidad de Texas: "The Influence of Background Music on Shopping Behavior: Classical Versus Top-Forty Music in a Wine Store". En una tienda de vinos se puso música clásica y también música de la radio (las 40 canciones pop más escuchadas) y los resultados dieron que, al escuchar música clásica, la gente -por asociación con un gusto más sofisticado- tendió a gastar más dinero en vinos que al escuchar los temas pop.
La música, tal como el vino, crea asociaciones mentales, trae recuerdos, hace viajar a lugares, hace pensar en cosas que de pronto parecen fotografías emanando de un parlante o de una copa. Cada uno de nosotros, por cierto, tiene sus propias imágenes mentales, con las que uno vive, con las que se siente más cercano. Entonces, no es nada raro que ante la presencia de una música en particular, el vino nos parezca de una forma determinada. El estudio financiado por Montes, sin embargo, concluye que el vino -ante una determinada música- solo se sintió distinto, no mejor. Y ojo con eso. Habría sido interesante exponer a esas doscientas cincuenta personas a vinos desconocidos pero a música de su agrado. ¿Cómo habría cambiado su percepción de lo que estaba en la copa? El gusto personal, quizás, otra vez habría hecho de las suyas.
Y hablando de gustos personales, esta es una lista de vinos que me gustan, y música con la que me gusta beberlos. Veamos si coincidimos.
Mi Playlist1 ERRÁZURIZ, THE RED BLEND 2011*Massive Attack, "Live with me"Un vino en apariencia sencillo, jugoso, pero que poco a poco va revelando su verdadera cara. Una canción que aparenta relatar una historia de amor, pero que en realidad habla de mucho más. Ambos, demoledores.
2TABALÍ,
TALINAY SAUVIGNON BLANC 2013*Holden, "Sur le Pavé"Puede que esta armonía tenga que ver con el pavimento ("pavé") que a veces se puede oler en este blanco de Tabalí, pero creo que, principalmente, ambos me parecen festivos: una canción excelente con un blanco a la altura.
3 VIU MANENT, VIBO PUNTA DEL VIENTO 2011*Atoms for Peace, "Reverse Running"Amo los sabores jugosos de la garnacha y me alucina que se valoricen en un lugar como Colchagua en este Vibo (68% de garnacha). Lo primero que se me vino a la cabeza al beberlo fue "Reverse Running", que no paré de escuchar en todo el verano.
4 CONCHA Y TORO, TERRUNYO CARMENERE 2011*Philip Glass, "Metamorphosis" (one)Música para fin de fiesta, solo en estados especialmente meditativos. La primera parte de esta obra fundamental del genio de Brooklyn merece un tinto que no se muestra sino hasta la última copa, cuando ya es muy tarde... o muy temprano.
5 MONTSECANO, MONTSECANO PINOT NOIR 2011*Bob Dylan, "Lay, lady, lay"La voz irreconociblemente clara y cálida de Dylan en este clásico me lleva a algún punto de mi infancia que no puedo recordar, pero que es suave y tierno. Las mejores cosechas de Montsecano, como esta 2011, me llevan al mismo lugar.