Y de pronto todo parece que ha cambiado o, al menos, una buena parte. La escena de vinos en Chile ha sido catalogada como generosa en buenos vinos, tintos y blancos confiables, pero muchas veces aburridos. Pruebas uno y ya parece que los probaste todos. Botellas hechas a medida del gusto promedio.
Eso, sin embargo, no tiene nada de malo. Que Chile haya ganado jugosos trozos del mercado internacional, se debe precisamente a la consistencia de sus vinos, a lo confiables que son. Y eso es una muy buena cosa; lo malo es que solo haya de esos vinos, que no se ofrezca nada más, que no haya riesgos u otras miradas. Ahí está el problema.
Afortunadamente, hoy en día se vive una revolución, una revuelta comandada por pequeños productores que hacen vinos de espaldas al mercado, teniendo en cuenta más sus intereses personales que los que priman en las estanterías del planeta. Pero esta revolución no estaría completa sin que las viñas más conservadoras en su aproximación al mercado, no se vieran involucradas o, mejor, contagiadas por este proceso.
Estas viñas sí han producido vinos extremadamente buenos, algunos de ellos entre lo mejor que Chile ha producido en su historia. Pero faltaba el riesgo, faltaba eso de jugar un poco más, de experimentar. Eso es lo que ahora podemos ver con claridad, una tendencia que habla de la nueva dirección que toma el vino chileno. Ya no más de lo mismo, la idea es variedad. Y da igual si esa búsqueda está motivada por no quedar atrás en las tendencias o por genuino interés en la experimentación. El hecho es que los consumidores se están viendo favorecidos por viñas que se despeinan.
Tomemos un caso emblemático. Concha y Toro, la viña más grande de Chile (en influencia y en tamaño) es responsable de vinos tan importantes en el mundo como Don Melchor o Terrunyo. Sin embargo, acaba de lanzar dos tintos que hablan de nuevos aires. El primero es el Edición Limitada Cabernet Sauvignon 2010 de la tradicional línea Marqués de Casa Concha, un cabernet que es una pura y cristalina expresión de la cepa en el Maipo y que fue hecho nada menos que con técnicas de vinificación de los años 70. El segundo es Frontera Specialties País 2013, un vino de cepa país que viene a confirmar que esta variedad vive un revival que entusiasma. Si Cocha y Toro apuesta por ella, aunque sea en niveles tan básicos como sus Frontera, por algo será.
Hablando de cepa País, la viña Miguel Torres puede ser considerada la primera de “las grandes” (aunque su enólogo Fernando Almeda me corrige diciendo que no son “tan grandes”) en apostar por esta uva tradicional del campo chileno gracias a su elogiado y best seller espumante Estelado. Pero la casa curicana ha ido más allá. Su nuevo Reserva del Pueblo 2012 es un tinto delicioso, simple, directo, sin nada más que sabores frutales. Un guiño más desde el establishment.
De Martino es otra de las bodegas chilenas en correr riesgos, claro que este caso con tintes derechamente iconoclastas. Marco de Martino en la gerencia y Marcelo Retamal, en la enología, han decidido darle una rotunda vuelta de tuerca a su estilo de vinos, desechando las barricas nuevas y adelantando las fechas de cosecha en busca de vinos más frescos. Su catálogo, especialmente a partir de 2011, está lleno de vinos deliciosos en frescor y honestidad, pero en su línea Viejas Tinajas es en donde las cosas se vuelven alocadas. Allí las “viejas tinajas” son protagonistas como medio ancestral de vinificación en dos vinos, el moscatel y el cinsault, que son ejemplos claros en la escena de vanguardia en Chile. Si no los han probado, tienen que hacerlo. Vinos definitivamente inusuales.
En la misma línea, Ventisquero ha dado de qué hablar con Tara, una marca de vinos derechamente alocados, pero también con su GCM bajo la línea Grey, justo en medio de su catálogo. Aquí la apuesta es revolucionar la forma en la que se perciben los vinos de Ventisquero, con un tinto en base a garnacha, carignan y monastrell que se bebe como jugo de frambuesas. Una obligación para los que buscan cosas nuevas.
Y a propósito de jugos, la respuesta que se puede encontrar en medio de lo establecido viene por cuenta de Nativa y su Nouveau, un tinto tan ligero y fresco que encanta de inmediato. Inspirado en los Beaujolais (vinos bebibles por naturaleza) este syrah de la zona costera Pumanque, en Colchagua, se bebe peligrosamente fácil.
Las cosas están cambiando en el vino chileno. Hay que estar atentos, porque están cambiando rápido.