Daniela Salinas es una joven enóloga que se ha hecho cargo del nuevo proyecto de la Viña Morandé, House Casa del Vino, una especie de centro experimental en donde los enólogos del grupo pueden hacer lo que quieran, sin restricciones de ningún tipo. En ese taller, Daniela ha hecho Despechado, un pinot noir fermentado en huevos de cemento y luego criado en una vieja tinaja de greda por unos meses.
Este Despechado, de un viñedo que rodea a la bodega (en donde también se encuentra el restaurante House Casa del Vino) resulta ser un vino delicioso en su frescor y en su simpleza, un pinot que no pretende mucho más que ser un vino para beberlo fácil, un jugo de frutillas.
Despechado es un buen comienzo para una cepa que da algunos de los vinos más complejos y más espectaculares que se conocen en el planeta Tierra. Un pinot puede ser tan simple como Despechado, pero también puede ser una catedral gótica, llena de recovecos en donde posar la atención. Y meditar. Vinos que te dejan sin palabras.
Pero ya sea lograr un pinot simple y directo o crear uno que exprese lo mejor de la cepa, son tareas complejas porque esta uva no es un bicho fácil. Exige, complica, nubla. Su astringencia es mortal, pero a la vez no tiene ni mucho color ni mucha concentración de sabores. Y lograr que los sabores sean frescos es una cosa de cosechar un día en la mañana o se pierde el vuelo. Dolores de cabezas varios para obtener un equilibrio.
Estas dificultades no solo se dan en Borgoña (lugar en donde se obtienen los máximos ejemplos de la cepa) sino que en todo el mundo, Sudamérica incluido. Por estos lados, ya van varias décadas de peleas con el pinot, años que recién comienzan a dar sus frutos ahora, tras innumerables intentos con ejemplos olvidables que más que la delicada y a la vez enérgica pinot (la sutileza de una bailarina, con los músculos suficientes como para pararse en punta de pies) parecían rústicos syrah. Se intentaba, en el fondo, correr antes que aprender a caminar. En ese contexto, Despechado es un buen indicio. Pero hay más.
Estos son mis favoritos en Argentina y en Chile.
Chacra, Treinta y dos 2010Desde la Patagonia Argentina, y de viñedos plantados en 1932 (de los más viejos en el mundo) este es un grito de personalidad. Solo jugo de cerezas en un comienzo, para luego desplegar toda fuerza, su energía que a veces hasta parece electricidad apuntalando el paladar.
Despechado 2013Daniela Salinas junto al enólogo argentino Matías Michelini son los responsables directos de este jugo de frutillas que se bebe en un suspiro. Pocos vinos tan frescos y amables en Chile como éste.
Montsecano 2011Desde el diminuto pueblo de Las Dichas, en una de las zonas más cercanas al mar, en Casablanca, este pinot marca un antes y un después de la cepa en Chile. Nítidamente pinot (lo que ya es mucho decir) aquí se muestran además aromas y texturas complejas, ricas en sabores jugosos. Un tinto que se bebe fácil, pero que también tiene contenido.
Tabalí, Talinay 2011Le tengo mucha fe al viñedo Talinay, en Limarí. Suelos blancos de tiza, brisas marinas, y buena gente cuidando de esas parras se materializan en este Talinay pinot 2011, un tinto recio, más concentrado en la estructura que en la decoración de los aromas y sabores. Uno que va por grandes ambiciones.
William Fèvre Little Quino 2012Desde la zona de Malleco, en el sur profundo de la viticultura chilena, este Little Quino es otro de los pinot que no pretende más que refrescar el paladar en presencia de un buen filete de atún a la parrilla. No se puede pedir más.
Zorzal, Eggo Filoso 2013Los hermanos Michelini, de Gualtallary, a los pies de los Andes en el Valle de Uco, son uno de los grandes revolucionarios del vino argentino. Tintos puros, claros en su expresión frutal como este Filoso, un pinot que refresca desde que uno lo huele hasta que uno lo traga. Otro jugo de frutas turgentes.