Hasta hace muy poco tiempo, digamos algo más de una década, obtener un tinto realmente bueno de una zona fresca en nuestro país no solo era mirado como algo imposible, sino que hasta irrisorio. Los tintos o se hacían a los pies de Los Andes o en el Valle Central. Los primeros, los elegantes y distinguidos (en especial cabernet) y los segundos, más corpulentos y dulces, bendecidos por el sol de nuestro Chile vitícola.
Sin embargo, hacia fines de los años 90, viñas como Casablanca y Veramonte (ambas en el Valle de Casablanca) comenzaron a experimentar con variedades tintas, más allá del pinot noir, que aún estaba lejos de convertirse en la moda que fue años más tarde. Merlot fue el primer paso, pero incluso también carmenere, una cepa que necesita mucho calor para madurar. Primus 1997, el ícono de Veramonte, en sus comienzos era cien por ciento carmenere y cien por ciento Casablanca, aunque, eso sí, de una de las partes más cálidas del valle.
La explosión por los tintos de clima frío más allá del pinot se comenzó a gestar con la versión inaugural del syrah EQ de Matetic, en 2001. Este vino, primero, demostró que en el fresco San Antonio el syrah maduraba sin problemas, y que -lo más importante- el syrah mutaba cuando estaba cerca del mar. De ahí en adelante, toda una nueva generación de tintos de clima frío (y hasta bodegas especializadas en el tema como Loma Larga) comenzaron a surgir en los valles de San Antonio y Casablanca, las dos zonas donde este tipo de vino ha dado más exponentes.
Pero sin duda que el syrah es el que sigue mandando. En una reciente muestra de tintos de clima frío organizada por el Valle de Casablanca, lo que había mayoritariamente era syrah, todos más o menos cortados con la misma tijera: versiones maduras, potentes y melosas de la cepa, con una buena porción de madera nueva para matizar los sabores frutales, pero siempre con una acidez y esas notas frescas que los desvían del camino de syrah de zonas más tórridas. Lo que me hizo falta en esa muestra -y lo que hace falta en general- es que haya syrah de clima frío menos serios, con menos crianza en madera (o nada) y listos para beber. La impresión que me dejó la mayor parte de esos tintos era que necesitaban mucho tiempo en botella para llegar a su punto, si es que llegaban.
Por cierto que también faltan viñas que se arriesguen con algo más que pinot noir y syrah. Loma Larga ha dado el ejemplo con estupendos malbec y cabernet franc, mientras que Matetic tiene hace ya un buen tiempo su Corralillo Winemaker's Blend, una mezcla de syrah con cabernet franc y malbec. A estas dos bodegas se agrega la nueva Mancura (del grupo Belén, también propietario de viña Morandé) con un refrescante Leyenda de Los Andes, que mezcla también syrah y cabernet franc, pero esta vez con merlot.
Punto aparte es el Syranoir, de Bodegas Re, el más refrescante de los tintos de Casablanca esa noche de la muestra, una mezcla alocada (como todo en esa bodega) de syrah con pinot noir, agua y aceite que aquí se juntan bastante bien.
Estos son algunos de los mejores tintos de clima frío (en orden alfabético) hoy en el mercado. Tomen nota.