Las cosas han cambiado en el vino chileno. Y un cambio importante se ha dado con respecto a las cosechas. Antes (y con "antes" quiero decir hace quince o veinte años) se decía que el clima chileno era tan estable que las condiciones particulares de cada añada no eran significativas, que todos los años eran buenos, que nuestro clima era ideal para hacer vinos.
Pero las mayores exigencias de los mercados y también el mayor foco en el carácter y en la calidad han terminado por hacernos entrar en razón, y nos han hecho darnos cuenta de que, si bien el clima vitícola chileno es bueno, está lejos de ser ideal. Y qué bueno que así sea.
Y ahí viene el tema de la calidad de las cosechas. Mientras en los años 90 se alababan los años cálidos, de gran madurez; años que daban vinos cargados, potentes y súper maduros que era el estilo que por ese tiempo mandaba, ahora que todos buscan frescor y fineza, son las cosechas más frías las que se aplauden. En su momento, por ejemplo, nadie levantó las palmas por 1996, un año que debe considerarse clásico en los tintos chilenos (si encuentran cabernet de esa cosecha, corran a comprarlos) pero hoy todos se han vuelto locos por el 2010. Sí, el año del terremoto.
Esa cosecha fue especialmente fresca, y muy fresca si se la compara con la calidísima 2009. Hasta ese minuto, y con un mercado que pedía (y pide) vinos más ligeros, ese 2010 fue la cosecha perfecta. "El 2010 fue un tremendo año, algo más frío que los promedios históricos, pero sin ser excesivamente frío. Y, además, de rendimientos moderados. Fue un año de madureces suaves, largas, que permitieron lograr adecuada madurez de taninos en los tintos, pero guardando acidez y mucha intensidad frutal", dice Francisco Baettig, enólogo de la Viña Errázuriz, en el Valle de Aconcagua.
Y los resultados de ese año corroboran la afirmación de Baettig, especialmente en cabernet sauvignon, aunque siendo francos, fue bueno para todo. Hasta para chardonnay, lo que es mucho decir. Habiendo dicho eso, dos cosechas buenas al hilo no son comunes, ni siquiera en lo que algunos ingenuos llaman como la "tierra prometida" del vino cuando hablan de Chile. Es, entonces, cuando aparece la 2011.
"La cosecha 2011 se podría catalogar como el año perfecto. Una cosecha fácil, donde las uvas maduraron a buen paso, sin arrebatamientos. Se pudo esperar tranquilamente el momento justo de cosecha y todo funcionó muy bien. Vinos armónicos, frescos, equilibrados, de buena concentración. Y cuando le apuntamos, logramos eso, más el grado de frescor extra y esa tensión y carácter que cada uno busca en forma distinta", resume Rafael Urrejola, enólogo jefe de la Viña Undurraga en el Valle del Maipo.
Claro que lo perfecto no es amigo de lo bueno. "Ahí entra para mí, la cosecha 2010. Fría como pocas, más difícil, donde hubo que ser paciente pero presto a cosechar en el momento justo para no perder el gran valor de esta añada que es la tensión, el frescor, la delgada línea roja entre el verdor y la madurez común", agrega Urrejola.
Tanto Baettig como Urrejola creen que ambas cosechas son fundamentales. Y luego de haber probado muchos vinos de ambas, uno tiende a creerles. Por primera vez desde 2002 (año frío, pero complicado en enfermedades de la vid) que no se daban condiciones tan frescas como para elaborar vinos de buena acidez y no solo ladrillos de madurez extrema, vinos que poco a poco abandonan el mercado en pro de tintos más bebibles.
Ahora, apurados contra el muro, buscando diferencias más allá del clima, parece ser que el 2010 es un año más concentrado, de vinos con más cuerpo. Mientras que el 2011 ofrece tintos más delicados, de una acidez similar a la 2010, pero con menos carga en la boca. Una cuestión de gustos. "Yo me quedo con la 2011 para los vinos cosechados en una fecha adecuada, aquellos que esperaron mucho, se sobremaduraron. Resumen: gran vendimia la 2011. Voto por ella", dice Marcelo Retamal, enólogo de la Viña De Martino, responsable de algunos de los mejores vinos del 2011.
¿Una cuestión de gustos? Sí, puede ser. Pero no cabe duda que tanto 2010 como 2011 son cosechas fundamentales para entender el nuevo ritmo que toma el vino chileno hacia tintos más bebibles. Las condiciones de ambas fueron más que favorables para demostrar que sí se puede hacer en Chile tintos para beber y no para masticar.
15 de los mejores tintos de 2011
* Almaviva Almaviva Maipo$125.000
* Antiyal Antiyal Carmenere Viñedo Escorial Carmenere Maipo$50.000
* Bodegas RE Re Nace Carignan Loncomilla $50.000
* Carmen Gold Reserve Cabernet Sauvignon Maipo $49.000
* Concha y Toro Terrunyo Carmenere Cachapoal $18.900
* Cono Sur 20 Barricas Cabernet Sauvignon Maipo$15.000
* De Martino Single Vineyard Limavida Malbec Maule $16.490
* Errázuriz The Blend Aconcagua $29.900
* Intriga Intriga Cabernet Sauvignon Maipo $14.900
* Leyda Canelo Single Vineyard Syrah Leyda $6.990
* Pérez Cruz Pircas de Liguai Cabernet Sauvignon Maipo$21.900
* TamayaT Carmenere Limarí $17.990
* Ventisquero Enclave Cabernet Sauvignon Maipo$55.000
* Viñedo Chadwick Viñedo Chadwick Cabernet Sauvignon Maipo $200.000
* Viu Manent Vibo Punta del Viento Grenache Mourvedre Syrah Colchagua $9.990
Diez tintos imprescindibles de 2011 bajo $6.000
* Calcu Reserva Cabernet Sauvignon Colchagua $5.990
* Carmen Reserva Grande Vidure Cabernet Sauvignon Maipo $5.900
* Concha y Toro Trío Cabernet Sauvignon Cabernet Franc Syrah Maipo $4.500
* Laura Hartwig Reserva Cabernet Sauvignon Colchagua $5.900
* Morandé Reserva Terrarum Cabernet Sauvignon Maipo $4.500
* RequínoaToro de Piedra Syrah Curicó$6.000
* San José de Apalta Single Vineyard Cabernet Sauvignon Cachapoal $4.500
* Santa CarolinaGran Reserva Cabernet Sauvignon Maipo$5.990
* Torreón de Paredes Reserva Merlot Cachapoal $5.990
* William Cole Columbine Special Reserve Cabernet Sauvignon Maipo $5.500.