Por alguna razón, Curicó es la cuna del ciclismo en el país. Las primeras ciclovías -hoy tan de moda- se construyeron allí en los años 80 y el ciclista (y curicano) Roberto Muñoz fue el primer chileno en ganar la Vuelta Ciclística de Chile, en 1983. Eso ocurrió cuando el país era otro, y "la vuelta" era un acontecimiento que paralizaba la nación y hacía salir a la gente a las calles. Los ciclistas eran héroes.
Curicó también tiene fama por sus tortas "curicanas", aunque digamos que eso es algo más discutible, sobre todo para alguien que no tiene el gusto adquirido por esos dulces, algo secos y que se pegan al paladar. Pero en fin, son de allí y los curicanos los aman. Antes que con las tortas, en todo caso, yo me quedo con los vinos.
Curicó es tierra de tintos, pero también en sus tierras se producen algunos de los mejores "cosechas tardías" del país. Las razones para esa pequeña excentricidad tampoco están claras, pero lo que es cierto es que hay varios y son muy buenos.
Con el cabernet sauvignon pasa lo que pasa en todo Chile. Es la especialidad. Sin embargo, la diferencia con Curicó es que allí hay parras centenarias de cabernet que dan unos tintos deliciosos. También el malbec es muy bueno, sobre todo de la mano de La Fortuna, que es -junto a Viu Manent, en Colchagua- algo así como la especialista de esta cepa en nuestro país.
Y hay más, claro. Echemos un vistazo.
Espumantes y vinos dulces imprescindiblesUno de los primeros sauvignon blanc que impactaron el mercado de blancos en Chile fue el Santa Digna, de Miguel Torres. Lleno de aromas y rico en frescor, marcó un antes y un después de la cepa. Claro que eso sucedió cuando aún el boom de los blancos de clima frío no estallaba. A medida que Casablanca y luego San Antonio y Limarí fueron entrando en escena, poco a poco los blancos curicanos han pasado a un segundo plano. Pero no sus espumantes, que tienen a Miguel Torres como el clásico ejemplo. Echen un vistazo al Cordillera Brut, un cien por cien pinot noir, para que sientan el frescor de ese vino y lo agradable y eléctricas que son sus burbujas.
Los dulces son otra historia. Echeverría, allá hacia mediados de los años 90, fue el primero que llevo a este estilo de cosecha tardía de las uvas a un nivel superior. Y su Late Harvest sigue siendo imprescindible. Hecho cien por cien con uvas de sauvignon blanc atacadas por el hongo de la botrytis (o podredumbre noble, como se le conoce más pitucamente), este vino es una miel, un blanco denso, goloso, para la hora del postre o, si lo prefieren, para reemplazar al postre. También rankeando para la miel es el Eclat de Valdivieso. Hecho esta vez de uvas de semillón y también atacadas por la botrytis, esta es como una mermelada líquida de duraznos.
Malbec sin azufre y buenos carmenerePara hacer vinos sin azufre (un agente de higiene en el vino) es necesario tener agallas y La Fortuna las tiene. Uno de los vinos más jugosos y sabrosos que hay en el mercado es su Sans Soufre Malbec 2012, nada más ni nada menos que la versión vínica de un jugo de cerezas. La Fortuna, como les dije, se ha hecho una pequeña fama como productora de buen malbec y esa fama viene desde hace ya años, cuando a mediados de los 90 comenzaron a comercializarlos en el mercado nacional.
Pero ellos no están solos con esta cepa. Valdivieso, otra de las bodegas notables de Curicó, tiene parras viejísimas de 90 años de malbec en la zona de Sagrada Familia y con ellas hacen su Single Vineyard Malbec, un vino de gran cuerpo y estructura, pero a la vez con esa acidez chispeante del malbec que lo hace ser un vino que se bebe fácil.
Curicó también tiene muy buenos carmenere. Uno de mis favoritos es El Milagro, de Viñedos Puertas. Los ejemplos de la cepa, hechos por el enólogo Carlos Torres en Puertas, tienden a tener muy buena concentración y este no es la excepción. Suaves notas herbales, pero sobre todo jugosa acidez y muy buenos "huesos" para acompañar el asado.
Cabernet sauvignon de parras centenariasA parte de esa tendencia a los vinos dulces, no cabe duda de que cuando los curicanos se aplican, el cabernet que hacen es delicioso. Prueben, por ejemplo, el Alta Cima AC 4090. Esta bodega es pequeña, pero de muy buenos vinos y en su catálogo brilla este cabernet monolítico, de gran fuerza, como para dejarlo en la cava por una década.
Otro de los grandes exponentes de cabernet curicano es Manso de Velasco, un clásico chileno de la cepa. De parras de más de ciento diez años, en la localidad de Casablanca, este vino tiene una profundidad de sabores que acapara todo el paladar. Busquen cosechas más frescas como el 2006 o 2008 y verán de lo que hablo.
Si Manso es un clásico, el Gran Reserva de Puntí Ferrer es un recién llegado que pide espacio. La cosecha 2010 es rica en notas herbales, un cabernet jugoso de textura tensa que pide carne con urgencia.
Y, para terminar, otro imprescindible, el Family Reserve de Echeverría. De viñedos de Molina, la cosecha 2010 ofrece un vino sofisticado y complejo, con abundantes notas herbales, pero también intrigantes aromas a cuero. Vaya uno a saber. En todo caso, es un vino con cuerpo, recio, para cordero.
Otra de las cepas que deben probar de Curicó es el cabernet franc, una cepa tinta no tan explotada en nuestro país. Valdivieso tiene un Single Vineyard de franc. Y Echeverría también produce uno muy bueno.