Estoy esperando un vuelo a Santiago, en el aeropuerto de Sao Paulo. Ha sido un viaje duro de trabajo en una importante feria de vinos y mi aspecto, digamos, no es precisamente el que uno tiene saliendo de la ducha.
A unos metros, Francesco Marone Cinzano, un conde italiano que produce vinos en la Toscana y en Chile, también espera el mismo vuelo. Lleva un traje de lino azul claro, camisa blanca y un sombrero de paja color beige. Aunque hemos estado en la misma feria, él luce fresco y radiante. A su lado, yo parezco un vagabundo.
Ese segundo apellido no es un alcance de nombres, sino que una herencia. Desde el siglo XVIII, cuando los hermanos Cinzano comenzaron a elaborar el vermouth (una mezcla de vino con hierbas) hasta fines de los años 80, la marca fue propiedad familiar. La familia real de Saboya fue quién le otorgó el título nobiliario a su familia, en 1948.
En 1973, el padre de Francesco adquirió una bodega en Montalcino, en la Toscana. Hoy hablar de Montalcino es hablar de una de las cumbres del vino en el mundo, un lugar donde los tintos se hacen en base a brunello, que es un clon de sangiovese, la uva típica del lugar. Sin embargo, en 1973 Montalcino no ostentaba tal fama, así es que el negocio fue bueno. Desde 1989 que el conde es propietario de la bodega Col d'Orcia, una de las más importantes de la región.
Actualmente vive con su familia en Siena. Como el turismo genérico y también vitícola es algo fuerte en la Toscana, una buena parte de su tiempo la ocupa en atender a las visitas, y cuando tiene tiempo libre, le gusta cazar jabalíes y, claro, cocinarlos:"La pulpa cortada en trozos. Lo sello a fuego alto con aceite de oliva y después le agrego muchos tomates, hierbas y un poco de ají picante. Hay que dejarlo cocinar por tres horas", cuenta.
Por lo que se ha hecho conocido en Chile es por su proyecto La Reserva de Caliboro, en el Maule. Una viña que produce un tinto, Erasmo, mezcla de cabernet sauvignon, merlot y cabernet franc y que, según creo, es uno de los mejores vinos de nuestro país.
Hacia comienzos de los 90, Marone Cinzano buscaba un lugar fuera de Italia para producir vinos y, en una feria de vinos en Italia, se topó con Mariano Fernández, que por esos años era embajador de Chile en Roma. "Don Mariano, con su pasión por el vino, me convenció de visitar Chile. Una vez allí, la hospitalidad de los chilenos hizo el resto", recuerda.
Durante los siguientes cinco años, buscó y buscó en distintas regiones vitícolas de Chile. "Después de un atento trabajo de investigación, me decidí por el Secano Costero Interior de las VII y VIII Regiones. Buscando en esa zona, siguiendo el curso de los ríos, un día me encontré con la antigua bodega colonial de Caliboro y sentí de manera muy clara que mi búsqueda había terminado".
Caliboro es un lugar mágico, metido a presión entre montes, un sitio aislado de la modernidad, tanto enológica como cotidiana. Una bodega colonial, con el peso de buena parte de la historia del vino chileno en sus gruesos muros de adobe.
Con ocasión de que se cumplen las primeras diez cosechas de Erasmo, Marone Cinzano me invitó a probar todos los vinos que ha hecho en Chile. Una cata "vertical" desde la primera cosecha 2001 hasta la 2010. La gracia de sus vinos es que son tintos frescos, ricos en acidez; nunca de esos tintos que necesitan cuchillo y tenedor para beberlos de lo gruesos que son. Y, lo mejor de todo, es que tienen una relación precio calidad casi imbatible: un Erasmo cuesta $18.000 en tiendas especializadas.
Y esa cifra es ridícula si uno prueba, por ejemplo, la magnífica cosecha 2004 que es un vino con nervio y con chispa, rico en frutas rojas, vibrante en la boca. Si dan con ese vino, compren una caja. Igual o, quizás hasta mejores, las cosechas 2006 y 2007 van por el mismo camino de frescor, en vinos que son complejos, que tienen capas de sabores y que, de cierta forma, son algo intelectuales, pero que igual se beben con facilidad.
Si es que aún no habían oído de los vinos de la Reserva de Caliboro, cómprenlos. Y mejor si pueden visitar la bodega, un lugar con energía y a la vez rudo en su sequedad. Un lugar muy distinto a la Toscana, tan distinto como Siena puede serlo si se la compara con Cauquenes. Pero hay belleza ahí y este conde pudo verla y, además, crear grandes vinos a partir de ella.