Colchagua ha dejado de ser lo que era. Y cuando digo "lo que era" estoy pensando en el cliché del Colchagua vínico: los tintos golosos, maduros y amplios en la boca; los vinos crecidos en el sol que comenzaron a hacerse famosos a mediados de los años 90, principalmente en los alrededores de Santa Cruz y también en la zona de Apalta, el "barrio alto" de Colchagua.
Pero a medida que ese estilo ha ido evolucionando hacia vinos menos cargados (tal como al mercado ahora le ha dado por exigir) y como en esas mismas zonas cálidas el peso de la evidencia ha iniciado un alucinante proceso de reconversión hacia cepas más acostumbradas al sol (el monastrell y la garnacha, como ya lo hemos dicho, serán las futuras estrellas del valle) nuevas zonas han comenzado a emerger, demostrando que en Colchagua la diversidad existe. Dentro de estas nuevas zonas, la más radical para los estándares colchagüinos ha sido el descubrimiento de Paredones, a unos 8 kilómetros del mar.
La viticultura en esa zona de laderas de arcillas y granitos no es nueva. Los antepasados de Max Rodríguez, el primer viñatero moderno de Paredones, ya habían importado parras de cepas europeas. Se sabe, además, de un viejo viñedo de riesling que sobrevivió a las crisis varias que afectaron el vino chileno y que alguna vez fue aprovechado por la viña Anakena en un blanco dulce. También hay historias sobre semillón que yo no he comprobado, pero que me gustaría ver. Y no mucho más.
No mucho más hasta que en 2009, la viña Casa Silva lanzó su primer Cool Coast, un sauvignon que vino a demostrar que Paredones tenía el potencial para elaborar blancos tan buenos como los de otras zonas costeras de más historia y de más renombre, como Casablanca o Leyda.
Pero claro que Cool Coast no puede hacer todo eso solo. A pesar de que ha seguido demostrando su calidad, especialmente con la cosecha 2011, la mejor hasta la fecha, otros han llegado a comprar uvas a Paredones o, derechamente, a plantar viñedos. Así es la confianza que se tiene en esta zona de Colchagua, un lugar que ofrece blancos como nunca antes uno habría esperado de ese valle.
Junto a Casa Silva llegó Santa Helena. Primero, compraron uvas para Selección del Directorio Sauvignon Blanc 2009. Dos años más tarde, y con la evidencia de que el lugar era bueno, seleccionaron parcelas para Vernum, un sauvignon más ambicioso y hoy uno de los mejores exponentes de Paredones.
Estas dos viñas fueron las pioneras. Antes que ellas compraran uvas a Max Rodríguez, los productores de Colchagua debían comprar mucho más al norte, en Casablanca o Leyda, cuando pensaban en sauvignon más ambiciosos. Hoy eso ha cambiado. Y mientras Casa Silva, por ejemplo, ha plantado en la zona y apuesta fuertemente a otras cepas como el syrah o el pinot noir (ya han debutado con un nuevo Cool Coast pinot) una nueva camada de viñateros comienza también a mirar a Paredones como la nueva niña linda, un nuevo barrio frío en el Valle Central chileno.
Uno de ellos es Estampa. Esta viña ha basado su estrategia enológica y de márketing en vinos hechos a partir de mezclas. Sin embargo, su primer vino de Paredones está hecho sólo de sauvignon blanc. Se llama Delviento y viene de parras plantadas en el año 2009, a unos ocho kilómetros del mar, sobre los suelos graníticos de la zona. "Fuimos a Paredones porque queríamos explorar los distintos terruños de Colchagua. Los viñedos de Estampa originalmente se encuentran en zonas cálidas, y la idea fue plantar en una zona más fría", dice Marcela Chandía, enóloga de Estampa.
Y para comenzar, han plantado veintitrés hectáreas, diez de ellas con sauvignon blanc, pero también se han atrevido con pinot noir, riesling, syrah, gewürztraminer y chardonnay. Posibilidades tienen, pero por el momento está este Delviento que, en su primera cosecha de 2012, muestra todo el frescor de los blancos de Paredones, la influencia fría de las brisas marinas retardando la madurez y guardando la acidez para crear un vino ideal con mariscos.
Otro de los nuevos vecinos de Paredones es la viña Koyle. Desde que la familia Undurraga (antiguos propietarios de la tradicional viña del mismo nombre) se instaló en Colchagua, apostaron por los extremos. Su bodega y sus viñedos se encuentran en Los Lingues, hacia el Colchagua Andes, y su nueva apuesta, un sauvignon blanc, hacia el otro extremo, cerca de la playa. "El año 2010 probé los sauvignon de Casa Silva y Santa Helena, ambos producidos con uvas del viñedo de Max Rodríguez, y personalmente me voló la cabeza la mineralidad, frescor punzante e identidad de los vinos. Partí de inmediato a conocer el viñedo, y el lugar me sorprendió aun más que los vinos: los suelos graníticos con cuarzo, el olor a mar, la salinidad. Me dije: esto es un diamante en bruto!", recuerda Cristóbal Undurraga, enólogo de Koyle.
Koyle Costa 2012 es un sauvignon que viene de dos sectores de Paredones (uno de la ladera norte y otro de la ladera sur, es decir, uno fresco y el otro más cálido). Además, se fermenta una parte en madera, otra en huevos de cemento (muy de moda en la enología mundial) y otra en acero inoxidable. El resultado es uno de los mejores sauvignon que dan vueltas por el mercado hoy en día. Ideal para el aperitivo, extraño en sus aromas (huele a ceniza, aunque les suene una ridiculez) y con un cuerpo que aguante perfecto un plato de erizos. O dos.
Con estos sauvignon, y con los pinot y syrah que se avecinan, Paredones no sólo se instala como una nueva zona fría en las costas de Chile, sino que especialmente le cambia de un plumazo la cara a los vinos de Colchagua.