Los malabaristas que vemos en las esquinas santiaguinas son la mejor metáfora de la realidad de las madres trabajadoras en Chile. Miran de reojo el reloj, la luz roja, los autos. Hacen su show , cobran, vuelven a la vereda, todo en tiempo récord. Quizás por eso están en cada lugar, recordándonos una realidad que no es noticia de primera plana, salvo cuando se dice que la tasa de fecundidad de las chilenas vuelve a caer y acumula un descenso de 28% en 20 años.
Entonces todos pensamos por un rato en el número, perturbador: 1,9 hijos por mujer, la tasa de fecundidad más baja de Sudamérica. ¿Por qué? Simplemente porque muchas mujeres no quieren ser mujer-malabarista. No quieren correr todo el día, pidiendo disculpas en la casa por trabajar, y en el trabajo por tener hijos, siempre apuradas y con la sensación de estar "al debe" en alguna otra parte.
Partiendo de la base de que toda mujer tiene la libertad de elegir si quiere o no ser madre y cómo desarrollarse profesionalmente, la parte más difícil se la llevan aquellas que quieren ser madres y trabajar, lo que injustamente se ha denominado "tenerlo todo". Al trabajo doméstico y parental se le ha sumado el trabajo fuera de la casa, pero sin mayores cambios en el frente interno y externo. El "derecho" a la independencia profesional lleva el "deber" implícito de cumplir con la mayoría de todas las obligaciones previas.
Las mujeres malabaristas chilenas hacen el 80% del trabajo dentro del hogar (que se calcula en 30 horas semanales), además del 100% de su trabajo remunerado.
¿A alguien le sorprende, entonces, que las mujeres, tengan cada vez menos hijos y cada vez más tarde?
Para subir ese preocupante 1,9 -cuyas consecuencias son desastrosas en todo plano de la vida pública y privada-, hay que pensar soluciones, primero, dentro del hogar. Mientras la corresponsabilidad entre hombres y mujeres de las labores domésticas y parentales no se haga realidad, es muy difícil que el malabarismo femenino se acabe. La revolución de los hombres está pendiente. Segundo, a nivel de políticas públicas. Hay que estudiar a los países que han aumentado su tasa de natalidad, como Francia, con ayudas económicas y descuentos tributarios para las familias con más hijos. Y tercero, cambiar el mundo del trabajo. En Chile tenemos la suerte de contar con empresas pioneras, que están cambiando los paradigmas, innovando y revolucionando positivamente el lugar de trabajo del siglo 21. Me refiero a las Mejores empresas para madres y padres que trabajan, que por 10 años destaca revista Ya de "El Mercurio" y Chile Unido, y cuya premiación fue el día de ayer. Ellas han roto los mitos de que ser productivo atenta contra la conciliación familiar, y de que no es rentable preocuparse por estos aspectos tan esenciales de la fuerza de trabajo. Su ejemplo abre nuevos horizontes que debieran inspirar a muchas más empresas.
Las mujeres malabaristas chilenas hacen el 80% del trabajo dentro del hogar, además del 100% de su trabajo remunerado.