Puede que el tan mentado síndrome del pato cojo no se le note especialmente a este Gobierno, puesto que viene acostumbrado a caminar con una cojera que, originada en su déficit de adhesión ciudadana, padece casi desde sus comienzos.
Entender la pérdida de capital político de quien partió con mayorías puede ser clave para los que ahora inician, rodeados de popularidad, sus propias carreras.
Algunos de los que analizan la realidad mirando por el espejo retrovisor creen que la falta de popularidad de este gobierno se origina en la poca empatía del Presidente y, otros, en la falta de majestad con que ejerce el cargo. Lo que olvidan unos y otros es que ni Lagos tenía la simpatía de Bachelet, ni ésta llevaba el estilo o el discurso republicano al modo majestuoso de Lagos.
Otros atribuyen la pérdida de popularidad de este Gobierno a que no ha contado con mayoría en el Congreso, lo que ha frenado su obra realizadora. Olvidan que quien tiene capital político, puede servirse de la opinión pública para arrinconar a la oposición y negociar con ella en mejores condiciones, y que es en ese caldo que se han cocinado todas las realizaciones transformadoras de los últimos 20 años. Por lo demás, entre díscolos, independientes y partidos pequeños, más vale que nos hagamos a la idea que las coaliciones gobernantes no tendrán mayoría en el Congreso.
Si el Presidente Piñera nunca acumuló mucho capital político fue porque ni él, ni los que llegaron (sobre todo inicialmente) a su Gobierno supieron interpretar y representar bien a la mayoría que los había votado.
¿Muestran los que ahora parten la carrera síntomas de llegar a padecer análoga cojera?
Golborne ha designado como jefe de su programa a quien destaca por pergaminos académicos, pero carece de experiencia política. En sus primeras declaraciones, Valente especifica que liderará a un equipo de profesionales independientes. Se hace patente el paralelo con el grupo que elaboró el programa del actual gobierno. Hasta su nombre: Tantauco, una reserva ecológica privilegiada, da cuenta del retiro con que se dieron a pensar un proyecto, en completo aislamiento del ruido de la calle.
Golborne muestra así padecer síntomas análogos a los que provocaron la cojera con que ha debido bregar el actual Presidente. La primera decisión del candidato parece indiciaria de su capacidad de tropezar con la misma piedra: la de suponer que reunirá capital político ofreciendo proyectos vagos y un gobierno técnico y de excelencia. Evitar ese error ha de ser difícil a quien, para superarlo, debe renegar de la fórmula que dio origen a su propia carrera.
Pero para interpretar a la sociedad no basta con recorrer las calles. Dos que lo hacen con frecuencia: Girardi, del PPD, y Gómez del PR, creyeron que el ruido de los movimientos sociales eran indicativos de un nuevo momento fundacional de la Patria, que no otra cosa es una nueva Constitución, proyecto que han pretendido abrace Bachelet como candidata. La fuerte abstención y sus propios resultados electorales recientes muestran que no ha llegado uno de esos peculiares y siempre fugaces momentos en que el pueblo se moviliza más intensa y globalmente para cambiar las bases del orden constituido, y que la nuestra seguirá siendo una democracia de élites, pero donde el pueblo se reserva la facultad para juzgarlas diariamente, enfrentarlas con protestas y mandar ocasionalmente a algunas de ellas para la casa.
La brecha que media entre la popularidad efímera y el capital político duradero se llena con ideas y proyectos que den cuenta de los malestares de la gente y sintonicen con sus anhelos. Quien no logre dar ese paso puede sufrir de temprana cojera en esta larga carrera.
Dicen que Chile se encuentra en una etapa de su desarrollo en que muchos países se estancan. Es probable que el principal riesgo de frustrar ese salto no se encuentre en la matriz energética, sino en que quienes aspiran a gobernar no logren transformar en proyectos el murmullo que viene de la calle.
Es probable que el principal riesgo de frustrar ese salto (al desarrollo) no se encuentre en la matriz energética, sino en que quienes aspiran a gobernar no logren transformar en proyectos el murmullo que viene de la calle.