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Editorial
Sábado 13 de diciembre de 2025
América Latina, entre China y EE.UU.
Conocidos con diferencia de días, los documentos sitúan a la región como un campo de disputa preponderante.
Una sorpresiva preponderancia ha cobrado América Latina en los últimos días, a propósito del lanzamiento de una nueva Estrategia de Seguridad Nacional por parte de Estados Unidos, y la rápida publicación de un documento del gobierno de China referido a su relación con nuestra región, el que puede ser fácilmente interpretable como una respuesta al texto del gobierno de Donald Trump.
La estrategia de Estados Unidos plantea una serie de principios de acción para la política exterior de ese país, lo que ha sido interpretado como una declaración de mayor distancia respecto de numerosos conflictos globales. Esta posición contrasta, sin embargo, con lo allí manifestado acerca de su vinculación con el hemisferio occidental, i.e., América Latina. En este caso, se hace explícita mención al rol fundamental que juega esta región en la seguridad de Estados Unidos, derivando de allí el llamado “Corolario Trump” a la doctrina Monroe, donde se establece que Washington negará a competidores foráneos —alusión evidente a China— la posibilidad de establecer capacidades militares en la zona o controlar activos estratégicos, promoviendo en cambio la expansión de la presencia de EE.UU. Así, mientras Washington parece desentenderse de muchos socios globales, su relación continental, y en particular con América Latina, parece querer profundizarse. Constituye una señal de que la creciente presencia de China en el área es percibida por Estados Unidos como una amenaza concreta a su seguridad.
Pocos días después de la difusión de este documento, el gobierno de China publicó uno propio que establece su política respecto de América Latina. En él, el gobierno chino hace una serie de guiños a la región; en particular, en lo referido a la importancia de mantener su independencia de influencia extranjera, manifestando su disposición a colaborar con los países de la zona para favorecer tal objetivo; ello, condicionado, entre otras cosas, al reconocimiento de la política de “una China”. Esta colaboración se expresa en numerosas iniciativas, algunas de las cuales ya han sido formuladas con anterioridad.
Destacan entre estas el apoyo al desarrollo económico en la región, principalmente vía inversiones, intercambio comercial y financiamiento. Además, la propuesta enfatiza la colaboración política, tanto a nivel multilateral —promoviendo la participación de los países de la región en organizaciones internacionales— como impulsando intercambios para compartir mejores prácticas de gobernanza y soluciones de problemas en los países, así como la cooperación en el combate al delito internacional, lo que incluye un programa de intercambio de “fugitivos”, tema en el que China ha insistido persistentemente para perseguir a nacionales que critican al régimen fuera de su territorio.
Como se ve, la pugna entre las dos potencias en torno a nuestra región se hace cada vez más explícita. Para Chile, representará, sin duda, uno de los mayores desafíos del próximo gobierno en el campo internacional.