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Editorial
Jueves 04 de diciembre de 2025
Nuevas relaciones con EE.UU. y China
Chile puede mantener un trato abierto y justo en su relación con ambas potencias.
La elección en Chile de un nuevo gobierno —el que será probablemente liderado por José Antonio Kast— y la llegada a Santiago de un nuevo embajador de Estados Unidos anticipan un cambio en las relaciones con ese país. En los últimos años, el Presidente Boric ha manifestado repetidas veces un abierto menosprecio respecto del actual Presidente de Estados Unidos, quien, en cambio, ha obviado tales comentarios. Aun así, es evidente que —contrariamente al discurso oficial de nuestra Cancillería— las relaciones con la principal potencia global distan hoy de ser normales, lo que es aún más llamativo si se considera el aparente mayor interés del actual gobierno norteamericano en los asuntos del continente.
Pero el espacio para renovar la relación con Estados Unidos se abre ahora al mismo tiempo que importantes cambios geopolíticos están materializándose, en particular, a partir de una difícil relación entre ese país y China. Y es que la necesaria normalización de nuestra relación con Washington se dará en un contexto marcado por las tensiones globales entre ambas potencias, donde es cada vez más frecuente que los países emergentes sean testigos, dentro de sus propias fronteras, de disputas entre las dos. Las recientes declaraciones del embajador de Estados Unidos y la respuesta del embajador chino dan cuenta de cómo esa tensión global puede contaminar relaciones.
Así, el próximo gobierno tendrá en este ámbito al menos dos tareas importantes. La primera será, como está dicho, reimpulsar nuestra relación con la principal economía del mundo y socio histórico de Chile. Ello no significa sacrificar nuestra independencia ni menos adherir a todas las posiciones del Presidente Donald Trump, pero sí requiere cuidar los vínculos, evitando antagonismos innecesarios y buscando puntos de acuerdo en materias de mutuo interés. La relación con Washington es de extrema relevancia para Chile y no debe seguir usándose para la búsqueda de perfilamientos personales o de lujos ideológicos, cuestión que lamentablemente el Presidente Boric no ha logrado entender.
Con todo, esta acción normalizadora —y este será el segundo desafío de la próxima administración— deberá llevarse a cabo manteniendo nuestras excelentes relaciones con la República Popular China, que por décadas ha sido uno de nuestros más importantes socios.
Combinar ambos principios es posible con una estrategia inteligente y menos ideologizada que la aplicada hasta ahora. Aunque Chile es, desde un punto de vista económico —y salvo algunos productos específicos—, un socio pequeño de ambas potencias, no lo es desde un punto de vista político y como referente en la región. Además, nuestra reconocida institucionalidad —que debe ser reforzada especialmente a nivel sectorial— permite al país plantear apertura y un trato justo en las relaciones con ambas potencias, sin tener que tomar partido en cuestiones que vayan más allá de nuestros intereses.