Hasta 1997, Unión Española se ufanaba de ser, al igual que Colo Colo, el único equipo que nunca había descendido a lo que en esos tiempos se llamaba la Segunda División.
Claro que en eso había una trampita, porque algunos años antes (1983), el equipo hispano debió bajar por su mal rendimiento deportivo (terminó en el 20o lugar ) pero fue “salvado” por un decreto de la Asociación Central de Fútbol (ACF) entonces presidida por un personaje que sabía de “arreglines” y de cosas oscuras.
El caso es que igualmente Unión Española era uno de los clubes con mayor linaje e historial en el país, con medallas y logros para exhibir: fue uno de los socios fundadores de la liga profesional chilena en 1933, el primero en tener un estadio propio (Santa Laura fue inaugurado el 10 de mayo de 1923) y el segundo equipo nacional en jugar la final de la Copa Libertadores (1975, ante Independiente).
Por más que a estas alturas del súper profesionalismo no exista mucho espacio para las emociones, Unión Española es un club querible. O por lo menos de esos que no son “aborrecibles” para la mayoría de los hinchas de otros equipos. Justamente por respeto a su rico historial y también por el incuestionable aporte del club de colonia al desarrollo del fútbol chileno. Y desde sus orígenes.
¿Es un drama que haya descendido por segunda vez en su vida institucional? No. Es una pena, una tristeza, en especial para esos hinchas que se criaron asistiendo al viejo estadio, comiendo los clásicos mechada-palta viendo a cracks inolvidables como Atilio Cremaschi, “Nino” Landa, Jorge Spedaletti, Sergio Ahumada, Leopoldo Vallejos, Nicolás Novello, Marcelo Vega, José Luis Sierra o a Pablo Aránguiz, entre su multiplicidad de talentosos de todos los tiempos.
Pero drama, no. Unión puede aprovechar la crisis para regresar más fuerte, empoderada y renovada. Para que eso ocurra, el club requiere ser reseteado, volver a fojas cero. Apagado y reiniciado. No se trata de volver a la antigüedad, a tener mecenas como Abel Alonso que, literalmente, gastaba todos sus zapatos por Unión. Pero sí propietarios y funcionarios que tengan en sus planes algo más que intentar hacer negocios. Porque esto es “Furia Roja”, señores, como dijo un maestro, “con Unión, no”.
Unión Española nació con vigor, ha crecido más y mejor que la mayoría de los clubes chilenos,pero está envejeciendo mal. Ha perdido la pasión, el fuego sagrado. Era cosa de ver a “Coto” Sierra sentado en la banca hispana este año. Con la mirada perdida, el ceño fruncido y con un lenguaje corporal que desnudaba muy pocas ganas de remecer el abúlico juego de su equipo. Frío, distante. La antítesis de la “Furia Roja”.
O escuchar a los funcionarios a contrata, a esos que, identificados con otros clubes y que llegaron a Unión como grandes ejecutores, salen a tratar de cuidar la imagen del señor feudal que maneja a distancia el club porque para eso están.
Sí, para que Unión Española haya descendido hay por cierto razones futbolísticas. Se formó un plantel para jugar con posesión de pelota y resulta que terminó a los pelotazos. Se quedó sin arquero a mitad de temporada. Y los atacantes, los que se supone que era goleadores, no dieron con el ancho.
Cierto. Pero la responsabilidad mayor está en los genios que creen sabérselas todas y que ni siquiera son capaces de recitar medio capítulo de la historia del club en que fueron a meterse.