Si el año 2014 nacían 250 mil niños en Chile, una década después solo lo hicieron algo más de 150 mil. Nuestro país tiene la menor tasa de fecundidad del continente (1,03 hijos por mujer), muy por debajo de la requerida para asegurar el reemplazo poblacional. Ello refleja un profundo cambio en las dinámicas de la natalidad del país.
Centros de salud han reportado unidades de maternidad subutilizadas mientras que establecimientos educacionales enfrentan matrículas a la baja, incluso obligando al cierre o reorganización de algunos de ellos.
Si ampliamos la mirada, podemos anticipar transformaciones en la fuerza laboral, un envejecimiento que tensionará el sistema previsional y una presión creciente sobre el sistema de cuidados en el marco de familias menos numerosas. La profundidad del cambio y sus múltiples consecuencias saltan a la vista. ¿Nos estamos haciendo cargo?
La caída de la natalidad no es un fenómeno pasajero ni un problema que pueda revertirse mediante un solo programa o incentivo en el corto plazo. Responde a causas diversas —culturales, económicas, valóricas—, muchas de las cuales son estructurales. Por eso, aun cuando las políticas públicas requieren recursos y diagnósticos técnicos, este es también un desafío político, en el sentido profundo del término: decidir cómo queremos organizarnos frente a esta transformación que afecta nuestras formas de vida, nuestras relaciones intergeneracionales y la sostenibilidad del Estado.
En un contexto donde los proyectos políticos han tenido dificultades para proyectarse más allá de un ciclo electoral, la discusión demográfica aparece como un desafío y una oportunidad. Chile necesita volver a pensar en horizontes largos, a construir acuerdos transversales y duraderos, y a diseñar políticas que combinen evidencia técnica con definiciones más amplias sobre el país que queremos ser.
Aunque suele abordarse como un debate demográfico, el descenso en la natalidad revela también una discusión sobre prioridades sociales y las responsabilidades que atribuimos al Estado, al mercado y a las familias en relación con el bienestar, el cuidado y los derechos reproductivos.
En ese contexto, la Mesa sobre Natalidad y Cambio Demográfico convocada por el Centro de Políticas Públicas UC, el Centro de Estudios Públicos y Espacio Público reunió a académicos y especialistas de diversas disciplinas, buscando poner la mejor evidencia disponible al servicio de una reflexión de futuro. Desde allí se propusieron tres ejes de política pública.
Facilitar la vida familiar: se debe buscar que quienes desean tener (más) hijos cuenten con las condiciones que les permitan hacerlo; fomentar la conciliación de la vida laboral y familiar; tener servicios de cuidado accesibles, seguridad económica, equilibrio en roles de género y un sistema que no penalice la parentalidad.
Adaptación del Estado, el sector privado y las familias: el cambio demográfico exigirá reordenar áreas clave como optimización de recursos en el sistema educativo, rediseño de la formación médica especializada, extensión de la oferta de cuidados y reformas previsionales. Anticiparse es evitar que lo inevitable se convierta en crisis.
Mejorar la capacidad de análisis y proyección: Chile requiere de mayor evidencia sobre los comportamientos reproductivos y contar con herramientas complementarias para proyectar con mayor precisión las tendencias demográficas y sociales, orientando de manera eficaz las decisiones políticas a largo plazo.
Instalar esta discusión en la agenda pública es crucial. Incorporarla al debate político no solo permitirá tomar medidas para mitigar los costos del cambio demográfico, sino también repensar cómo nos organizamos como sociedad y qué formas de cohesión podrán sostener al nuevo Chile que está emergiendo. Esto dependerá de nuestra capacidad para pensar más allá de lo inmediato y construir, con consenso y responsabilidad, el país que queremos ser.
Ignacio Cáceres
Centro de Políticas Públicas UC
Sandra Quijada
Centro de Estudios Públicos
Benjamín García
Espacio Público