Señor Director:

Durante las últimas décadas, Hacienda ha estado a cargo de macroeconomistas. Y con razón: estabilizar era prioridad. La regla fiscal y un Banco Central autónomo permitieron ordenar las cuentas públicas, controlar la inflación y evitar crisis profundas. La macro hizo su trabajo: como un arquero seguro, evitó que nos hicieran goles y nos permitió avanzar respecto de América Latina. Esa estabilidad hay que cuidarla.

Pero llevamos años estancados en un empate a cero. Seguimos en el partido, pero no nos alcanza para ganar. Para acercarnos al desarrollo necesitamos goles, y esos goles —más competencia e innovación, un Estado eficiente— son un desafío esencialmente microeconómico.

Ahí está nuestra brecha: mercados poco contestables, sistemas de innovación fragmentados, descoordinación regulatoria, permisos lentos y discrecionales, y fallas de ejecución pública. Nada de esto se resuelve solo con disciplina fiscal o monetaria.

Por eso, en el próximo gobierno, Hacienda necesita una mirada más micro: liderar una agenda renovada de productividad y una reforma institucional que fortalezca a los ministerios sectoriales, dándoles capacidad real de diseñar y ejecutar políticas efectivas. Esto requiere avanzar hacia una descentralización económica que diversifique la base productiva, superando la actual dependencia de la lógica presupuestaria anual.

El arquero —la macroeconomía— es indispensable, pero sin delantera —la microeconomía— no se ganan partidos. Empatar ya no basta.

Raphael Bergoeing
Escuela de Negocios, UAI