Señor Director:

La reducción del pase cultural en la Ley de Presupuestos 2026 contrasta abiertamente con los resultados que ya comenzaba a mostrar. Según informó “El Mercurio”, en agosto pasado el 86% de quienes usaron el beneficio lo hicieron en librerías, tendencia que se mantuvo en septiembre. Para muchos jóvenes, esto significó entrar por primera vez a una librería por decisión propia, confirmando que un incentivo bien diseñado puede modificar conductas culturales que normalmente tardan años en cambiar.

En un país con bajos niveles de comprensión lectora y una participación cultural que sigue siendo frágil, el pase cultural opera como un incentivo claro y eficaz: no solo acerca nuevos públicos a los libros, sino que moviliza la economía cultural en su conjunto. Es un mecanismo que genera impacto educativo y, al mismo tiempo, reactivación económica directa, algo que pocas políticas culturales logran combinar con tanta claridad.

Ojalá esta decisión pueda evaluarse con una mirada estratégica de largo plazo, entendiendo que fomentar la lectura no es un gasto prescindible, sino una inversión en el futuro social, educativo y económico del país.

Soledad Gutiérrez López
Directora ejecutiva Corporación del Libro y la Lectura