Señor Director:

Por primera vez en 20 meses, el desempleo femenino quedó bajo el 9%. Una buena noticia para las mujeres que logramos insertarnos o reinsertarnos en el mercado laboral. Sin embargo, este avance contrasta con una realidad que yo misma estoy viviendo a días de iniciar mi posnatal: pese a estar de casi nueve meses y haber cotizado siempre, recibiré cerca de un 30% menos de mi sueldo durante el “descanso”.

La razón es una fórmula que castiga a quienes progresan. El tope del subsidio maternal se calcula con tres meses de remuneración de hace siete meses antes de iniciada la licencia, se promedia y se reajusta por IPC. Ese valor antiguo es el máximo que el subsidio paga. Si uno tuvo un aumento por buen desempeño, aunque sea legítimo y permanente, no corre.

Y hay un absurdo mayor: una mujer que estuvo desempleada, que consigue por fin trabajo formal y queda embarazada, recibe el subsidio mínimo ($5.000 diarios, aproximadamente), porque su promedio anterior es cero. Se la obliga, en la práctica, a volver a trabajar recién parida o a perder todo ingreso.

El Estado defiende esta fórmula en nombre del equilibrio financiero. Pero cuesta creer en esa disciplina cuando observamos lo que sí se tolera puertas adentro: licencias falsas usadas para viajes o prolongar descansos. Además, las funcionarias públicas reciben su remuneración completa durante la licencia maternal (con sueldos muchas veces superiores al promedio).

Si Chile quiere tomarse en serio la natalidad, el ajuste no debe venir de las mujeres que trabajamos y cotizamos, sino de ordenar un aparato estatal cuyo desorden conocemos de sobra. No sigamos cargando el costo, siempre, sobre la misma línea: las mujeres que traemos hijos al país.

María Florencia Polanco
Periodista